Jesuita español, trigésimo Prepósito General de la Compañía de Jesús desde 2008. La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por el español Ignacio de Loyola en Montmartre, con el nombre inicial de Sociedad de Jesús, ha ejercido una notable influencia en el devenir de la Iglesia católica en los últimos siglos. Sin embargo, en los últimos años el talante liberal y aperturista de la mayor Orden menos supeditada a los dictámenes del Vaticano ha estado oscurecido por el conservadurismo de los últimos papas y por la omnipresencia de miembros del Opus Dei en cargos estratégicos del gobierno eclesial. Tras la renuncia de su antecesor, el neerlandés Peter Hans Kolvenbach, el cónclave jesuita eligió a este sabio y dialogante español a una edad inusual, pues lo normal es la elección de un jesuita que no haya superado los sesenta y cinco años.
Adolfo Nicolás
Nacido en el seno de una familia de militares, su padre, Adolfo Nicolás, era burgalés, y su madre, Modesta Pachón, había nacido en la población palentina de Villalaco. Adolfo era el tercero de los cuatro hijos de este matrimonio de tradición religiosa, junto a Antonio, Félix y José. Acabada la contienda civil, el padre fue destinado a Barcelona, donde Adolfo cursó el primero de bachillerato en el Instituto Jaime Balmes (1946-1947), y segundo y tercero (1947-1949) en el centro de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, también en la Ciudad Condal. Ya entonces el padre lo encaminó hacia la vocación religiosa e ingresó en el Colegio de San José en la población de Roquetas, situada en los aledaños de Tortosa (Tarragona), donde la Compañía formaba a los futuros jesuitas, mayormente procedentes de la India. Allí, en aquel ambiente de estudio y religiosidad, prosiguió sus estudios de humanidades
De su estancia en Cataluña conservaría muy buenos amigos, pues se integró plenamente en la cultura del país, hasta el punto que aprendió perfectamente el catalán, a la sazón una lengua relegada por el régimen. Incluso ganó un concurso de este idioma organizado por la parroquia. Pero su vida correría por otros derroteros muy lejanos. En 1950 abandonó Cataluña para instalarse, con toda su familia, en Madrid, el nuevo destino de su padre. Allí prosiguió sus estudios en el Colegio de Areneros (colegio de la Inmaculada y San Pedro Claver), donde terminó el bachillerato con la promoción de 1953, siendo distinguido con la máxima distinción que otorgaba el centro, el de “Príncipe” de su promoción
La semilla que los jesuitas sembraron durante sus años en Roquetas germinó en 1953. El 15 de septiembre de ese año entró en el noviciado jesuita de Aranjuez, a la sazón Provincia de Toledo para la Orden. Pero cursaría la licenciatura en Filosofía y Letras en Alcalá de Henares (1958-1960). Debido a sus aptitudes, sus superiores lo enviaron a cursar los estudios de Teología en Tokio (Japón), donde el 17 de marzo de 1967 fue ordenado sacerdote. Entre 1968 y 1971 estudió semiología y se doctoró en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma; allí compartió inquietudes de renovación de la Iglesia con otros compañeros no jesuitas de distintas nacionalidades. El título de su tesis doctoral, calificada cum laude, ya dejaba entrever su talante de comprensión del mundo contemporáneo: Teología del progreso
Adolfo Nicolás esperaba un destino más “influyente”, pero sus superiores lo enviaron de nuevo a Asia, donde permanecería varias décadas, lo que lo convertiría en experto de la cultura oriental y sus gentes. De 1971 a 1976 fue profesor de Teología Sistemática en la Universidad Sophia de Tokio, donde el 5 de octubre de 1976 profesó los votos de la Compañía. Tras siete años en la capital nipona, fue enviado a Filipinas, en cuya capital fue director del Instituto Pastoral hasta 1984. Ese instituto fue fundado precisamente después del Concilio Vaticano II para poner en práctica el aggiornamento (la “puesta al día”) de la Iglesia. A la postre, sus objetivos no se alcanzaron, pero el Instituto fue fermento de renovación en toda Asia, ejerciendo una enorme influencia en los novicios y maestros del continente
Hombre equilibrado, sociable y nada ambicioso, Adolfo Nicolás ansiaba ejercer una labor más pastoral, de mayor contacto con el pueblo. Aun así, en 1991-1993 fue rector del denominado Escolasticado de Tokio, equivalente a la casa de estudiantes jesuitas, para luego ser elegido Provincial de la Provincia jesuita de Japón, hasta 1999. En 1995 había sido designado por unanimidad secretario de la XXXIV Congregación General, de la que saldría elegido su antecesor, Peter Hans Kolvenbach
Por fin, en 2000 consiguió que le dejaran impregnarse de espíritu pastoral después de tres años con cargos de gobierno. Trabajó con máxima intensidad en una parroquia pobre frecuentada por inmigrantes en Tokio, hasta 1993. Allí comprobó de primera mano las dificultades de los inmigrantes filipinos y de otros países asiáticos; su dedicación a los pobres y oprimidos se convertiría en su ministerio más importante
Aunque como párroco se encontraba en su ambiente “natural”, estaba predestinado a ocupar altos cargos, pues sus superiores le seguían los pasos de cerca. Así, en 2004 fue reclamado de nuevo para funciones de gobierno y elegido presidente de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental y Oceanía; es decir, el mayor responsable de toda la región jesuita de Asia Meridional, desde Myanmar hasta Timor Este, incluyendo la Provincia jesuita de China. En este cargo impulsó el enorme crecimiento de la presencia jesuita en Vietnam y en otros países del entorno
En la XXXV Congregación General, iniciada el 7 de enero de 2008, los 217 asistentes con derecho a voto lo eligieron Prepósito General de la Compañía de Jesús. Adolfo Nicolás representaba un valor seguro para los principios propugnados por la Orden frente a la involución de la Iglesia católica con los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. En particular de este último, porque Nicolás fue uno de los teólogos que configuraron la doctrina aperturista del Concilio Vaticano II que Joseph Ratzinger relegó siendo aún Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Su nombre ya sonó siendo aún muy joven para suceder a su admirado Pedro Arrupe, cuyo perfil coincidía con el del flamante nuevo Prepósito, aunque no irradiase el carisma de éste
Quienes le conocen no se han cansado de reiterar su compromiso social, que hizo que trasladara los centros de teología a los barrios más pobres de Tokio y Manila; su gran sensibilidad para el diálogo con quienes no piensan como él o con los fieles de otras religiones. Es un experto en budismo y sintoísmo y, aparte del español, domina otros seis idiomas. El 25 de enero, en su primer encuentro con la prensa, se ganó a los periodistas porque no rehusó pregunta alguna. La más espinosa giró en torno a cuál sería su relación con el “otro” Papa: “La distancia teológica con Benedicto XVI es más teórica en la imaginación de algunos; se trata de un coloquio que continuará, porque creo que la teología es siempre diálogo.
Ya Kolvenbach hizo gestos de acercamiento al otrora Ratzinger, quien como Benedicto XVI nombró al jesuita Federico Lombardi como responsable de la Oficina de Comunicación del Pontífice. Y, tras la elección de Nicolás como Prepósito General, el 9 de julio de 2008 el Papa emitió un nuevo gesto de acercamiento a la Compañía designando al jesuita mallorquín Luis Ladaria, de sesenta y cuatro años, como número dos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el más antiguo de los “ministerios” de la Curia romana, lo que lo convertía en el español de mayor rango en el gobierno de la Iglesia
(s. IV) Prelado de la Iglesia. Obispo de Mira en Licia, sus reliquias fueron trasladadas a Bari en 1087. Su culto está muy extendido en la Iglesia; se le considera un gran taumaturgo. Es patrón de Rusia y de Lorena. Fiesta el 6 de diciembre