Escritor venezolano. Vivió en Valencia hasta que cumplió quince años, cuando partió a Caracas, decidido a dedicarse al periodismo y a cursar estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela. Había completado la primaria en la escuela de Rafael Pérez y el bachillerato en el colegio Requena, en el cual ingresó en 1907, y fundado, un año antes de dejar su Valencia natal, el periódico Resonancia del Pasado
En realidad, la verdadera vocación de Núñez era la escritura, tanto la periodística como la literaria, así que no tardó en desertar de las aulas universitarias, dos años después de haber ingresado en la Facultad de Medicina y asistir de oyente a cursos sobre Derecho. También por estas fechas comenzó a frecuentar las tertulias de quienes acabaron integrando la llamada generación de 1918 y a escribir sus primeras obras serias. Con una de ellas, un "Bolívar orador", obtuvo en 1918 una mención en los Juegos Florales, y ese mismo año publicó su primera novela: Sol interior, a la que siguió, apenas dos años después, Después de Ayacucho.
En cuanto a su actividad como periodista, inició entonces una brillante y activa carrera que lo llevó del puesto de redactor de El Imparcial (1919-1920) y colaboraciones asiduas, a partir de 1922, en los principales órganos periódicos los diarios El Universal, El Heraldo y El Nuevo Diario, así como las revistas Élite y Billiken a la dirección del Heraldo de Margarita, que él mismo fundó en Porlamar en 1925, tras haber sido nombrado secretario general de gobierno del estado Nueva Esparta, durante la presidencia de Manuel Díaz Rodríguez. Si bien no volvería a ejercer el periodismo con la misma dedicación que durante estos años formativos, Núñez, quien llegó a ser un apreciado cronista, fue publicando sus notas año tras año y convenientemente recogiéndolas luego en volumen. Forman parte de esta importante faceta de su obra los libros Signos en el tiempo (1939), Viaje por el país de las máquinas (1954) y Bajo el samán (1963)
Como muchos escritores venezolanos de su generación, Núñez pasó sin mayores dificultades de la escritura a la diplomacia. Poco después de regresar a Caracas, el canciller Pedro Itriago Chacín lo convenció de que aceptara el cargo de primer secretario de la legación de Venezuela en Colombia, cargo que aceptó y repitió, en 1929, en La Habana. Fue aquí, en la capital cubana, donde comenzó a escribir Cubagua, a la que pondría punto final un año después, en la legación en Panamá. Cubagua aparecería publicada en París en 1939, en el fatídico año del inicio de la Segunda guerra mundial, hecho éste que sin duda permite comprender por qué esta novela careció prácticamente de recepción crítica en Francia.
Antes de dejar Panamá escribió una crónica sobre el Canal, La galera de Tiberio, que finalizó ya de regreso a Venezuela, en 1932. Seis años después, muerto ya Gómez, partió a Baltimore como cónsul de Venezuela. Fue en Estados Unidos, en 1941, donde conoció a Rómulo Betancourt, con quien le uniría una gran amistad
En la década de 1940, de regreso en Caracas, siguió escribiendo para los tradicionales diarios capitalinos y, a partir de su aparición en 1943, para El Nacional. En 1945 fue nombrado cronista de la ciudad, responsabilidad que volvió a asumir en 1953 y que ejerció hasta 1964, y en el marco de la cual impulsó la revista Crónica de Caracas. Ya para estas fechas, sus intereses se habían desplazado de la literatura propiamente dicha a la historia.
Fue entonces cuando publicó dos importantes biografías, una dedicada al general Cipriano Castro (El hombre de la levita gris, 1943), la otra a Arístides Rojas (Arístides Rojas, anticuario del Nuevo Mundo, 1944). Asimismo, su actividad de cronista de la ciudad de Caracas lo llevó a escribir uno de sus libros más interesantes y populares: La ciudad de los techos rojos (1947). En reconocimiento a sus investigaciones históricas, la Academia Nacional de la Historia lo recibió como individuo de número el 24 de junio de 1948, asignándole el sillón "N"
(Llamado Pinciano y el Comendador griego; Valladolid, c. 1475-Salamanca, 1553) Humanista español. Fue profesor de retórica en la Universidad de Alcalá y de griego en la de Salamanca. Por encargo del cardenal Cisneros, tradujo al latín los textos griegos de la Biblia políglota complutense. Es autor de una compilación de Refranes de la lengua castellana (1555) y de ediciones críticas de autores clásicos (entre ellos, Séneca, Plinio y Pomponionela), que en su tiempo gozaron de gran prestigio en toda Europa