Arzobispo y canonista español. Inició su formación como dominico en 1860, en el Convento de Ocaña (Toledo), donde estudió filosofía y teología. Desde 1865 impartió clases de filosofía en el mismo, hasta que en 1873 marchó a las islas Filipinas. En la Universidad de Santo Tomás de Manila, regida por su orden, se doctoró primero en filosofía (1874) y luego en derecho canónico (1875). En esta Universidad fue catedrático de Cánones, al tiempo que desempeñó sucesivamente otros cargos: prior del Convento de Santo Domingo de la misma ciudad (1876-1878), predicador general y vicerrector de la Universidad (1881-1885), definidor de su Capítulo General y rector del Colegio de San Juan de Letrán (1886-1889).
En mayo de 1889 fue nombrado Arzobispo de Manila por el papa León XIII, aunque antes de ejercer su labor debió ser consagrado obispo por el cardenal Ceferino González, el año siguiente en Oviedo; entró en su diócesis en 1891. Buen pastor y con amplia dedicación caritativa, fue testigo de la rebelión filipina de 1898 y de la separación del archipiélago de España. Había ayudado a detener una primera rebelión, y luego dirigió varias cartas pastorales a los filipinos en las que recomendaba serenidad.
Durante el asedio de Manila fue presidente de la Junta Civil, colaborando activamente en su defensa con el empleo de sus iglesias y bienes; cuando la ciudad fue tomada por los rebeldes y las fuerzas estadounidenses, Nozaleda se encargó de mediar ante los Estados Unidos para gestionar el rescate y repatriación de los prisioneros españoles
Prisionero de los norteamericanos a la caída de Manila en agosto de 1898, no pudo en los primeros momentos de la independencia de Filipinas ejercer su labor pastoral, además su mismo puesto era contestado por Apolinario Mabini, asesor del líder filipino Emilio Aguinaldo. En enero de 1900 recibió al delegado apostólico de la Santa Sede, Placide Chapelle, arzobispo de Nueva Orléans, al que manifestó su oposición a que los sacerdotes filipinos ocupasen las sedes episcopales del país.
A continuación viajó personalmente a Roma para informar al Papa León XIII de su labor pastoral y de la situación religiosa de las Filipinas, y presentó su renuncia al arzobispado; sin embargo, no le fue aceptada hasta febrero de 1902, sin admitirse su deseo de retirarse a un convento.
Volvió a España y al año siguiente el Partido Conservador le propuso para arzobispo de Valencia; sin embargo, no quiso el nombramiento por las graves acusaciones de antipatriotismo que grupos liberales radicales, en el Congreso y en los periódicos, dirigieron contra él. Su defensa en el Congreso fue asumida por Antonio Maura en 1904, mientras Nozaleda publicaba Defensa obligada. Encontrado libre de toda culpa, se retiró al convento dominico de Ávila y más tarde a una residencia de Madrid, donde murió tras haber rechazado nuevos ofrecimientos de ocupar sedes arzobispales. Su cuerpo fue trasladado a Ocaña, y se le enterró junto al del Cardenal Ceferino González
(Nebraska, 1822 - Pine Ridge, 1909) Jefe sioux de la tribu de los oglala, conocido también como "Red Cloud" y Mahpiuta Luta (su nombre original). Fue uno de los principales caudillos que lideraron la resistencia de la nación sioux frente a los blancos a finales del siglo XIX.
Aunque se conoce poco de su juventud, parece ser que no pertenecía a una familia de jefes y que ganó prestigio como guerrero en las continuas luchas contra otras tribus de la zona, como pawnees, utes, crows, etc, y contra otros oglaga. Tras el descubrimiento de oro en el territorio de Montana y la consiguiente afluencia de mineros y colonos a partir de 1860, se alzó en armas y dirigió un ataque contra la guarnición encargada de proteger el "Sendero de Bozeman", la ruta creada para las caravanas que atravesaba el territorio ocupado por los sioux; el resultado fue la matanza de una columna al mando del teniente coronel Fetterman y el asedio a Fort Phil Kearny, en el invierno de 1866-1867.
En su levantamiento, Nube Roja logró conformar una poderosa alianza con todas las tribus de la región (miniconjous, pies negros, hunkpapas, brulés, etc.), que obligó a las tropas estadounidenses a retirarse de sus guarniciones y a solicitar el Segundo Tratado de Paz de Fort Laramie, el 29 de abril de 1868. Este tratado estipulaba el abandono del "Sendero de Bozeman" y de algunos de los fuertes construidos para su protección, así como la devolución de las tierras de las Black Hills pero, después de unos años de paz, la fiebre del oro de la década de 1870 volvió a desatar una gran sublevación sioux en 1876-1877.
Partidario de la negociación, desempeñó un papel secundario durante estas luchas (la jefatura fue ejercida por los célebres jefes Toro Sentado y Caballo Loco), y tras la derrota india, viajó a Washington para reclamar ante el gobierno mejores condiciones de vida en la reserva de Pine Ridge, donde había sido recluido su pueblo. Aunque consiguió algunos éxitos, como forzar la dimisión del agente de la reserva McGillycuddy, no logró sostener los derechos indios sobre sus tierras frente al empuje de la colonización blanca. No obstante, no se adhirió al movimiento de rebeldía Ghost Dance en 1890, lo que le salvó de la represión ejercida sobre otros jefes indios. En sus últimos años él y su esposa adoptaron la religión cristiana