Actor estadounidense. Durante años se dedicó al vaudeville y al teatro antes de aparecer por primera vez en el cine a finales de los años treinta.
Sus primeros papeles fueron de muy poca importancia tanto en el cine como en la televisión, medio en el que apareció regularmente desde 1950, en programas como Studio One (1950) y The Philco Televisión Playhouse (1953), aunque consiguió un notable éxito de público gracias a la serie de televisión Mr. Peepers (1953), donde interpretó a Mr. Hansen
Su carrera dio un giro radical gracias a su magnífica interpretación en Picnic (1955), de Joshua Logan, por la que fue nominado al Oscar de la Academia al mejor actor secundario. Su gran retrato del campechano Howard Bevans se encontró entre lo mejor de este melodrama, adaptado de una obra de William Inge y cuyo reparto encabezaron William Holden y Kim Novak
Las interpretaciones de Arthur O’Connell en la pantalla grande alcanzaron sus mejores momentos en la década de los cincuenta. Bus Stop (1956), donde es dirigido de nuevo por Logan, y El hombre del Oeste (1958), uno de los mejores westerns de Anthony Mann, estuvieron entre lo mejor de su trayectoria como actor. Poco después fue nominado al Oscar al mejor secundario por segunda vez gracias a su excelente trabajo en Anatomía de un asesinato (1959), de Otto Preminger, drama judicial protagonizado por James Stewart
O’Connell se estableció a partir de entonces como uno de los secundarios habituales del cine americano de los sesenta, pese a lo cual no dejó de aparecer regularmente en televisión, medio en el que intervino como episódico en series como Route 66 (1962), El fugitivo (1964), Wagon Train (1965), F.B.I. (1965), The Wild, Wild West (1966), Lasie (1967), Bonanza (1971), Canon (1971) o Emergency! (1972), aunque destacó su interpretación en la serie The Second Hundred Years (1967). Afectado por la enfermedad de Alzheimer en los últimos años de su vida, se retiró de la interpretación en 1975
Fundador del nacionalismo irlandés (Cahirciveen, Kerry, 1775 - Génova, 1847). Miembro de la aristocracia católica de la isla, se hizo abogado en 1798. En esa época recibió la influencia intelectual de William Godwin, Thomas Paine y Adam Smith. O’Connell se convirtió en un liberal demócrata (militante de los Irlandeses Unidos); pero rechazó los métodos violentos empleados durante la Revolución irlandesa de 1797-98, cuyo fracaso hizo perder a Irlanda su Parlamento autónomo (Ley de Unión de 1800).
Daniel O´Connell
Su oposición a la dominación británica le llevó a presidir el Comité Católico desde 1805; desde aquel puesto rechazó la oferta del gobierno británico de emancipar a los católicos a cambio de obtener el control sobre los nombramientos para la jerarquía eclesiástica (1815): con ello consiguió preservar a la Iglesia católica como instrumento fundamental del nacionalismo irlandés.
En 1823 fundó la Asociación Católica, un poderoso movimiento de masas de inspiración democrática que unificó las fuerzas del campesinado irlandés contra la monarquía protestante británica; la disciplina y eficacia de aquel movimiento, que amenazaba con lanzar una verdadera revolución, forzaron a Peel y a Wellington a conceder en 1829 la emancipación de los católicos (esto es: la abolición de las trabas legales para que los católicos desempeñaran cargos públicos en el Reino Unido).
En 1830 entró O’Connell en el Parlamento británico, donde actuó como portavoz del nacionalismo irlandés (luchando por la abolición de la Ley de Unión) y del movimiento utilitarista de Bentham (apoyando la reforma electoral que se produjo en 1832). Pactó con los whigs para renunciar al separatismo a cambio de la introducción de reformas en la administración de Irlanda que nunca llegaron.
En los años cuarenta se convirtió en el primer alcalde católico de Dublín. Desde su nuevo puesto lanzó un movimiento de masas que llegó a reunir medio millón de manifestantes en Clontarf en demanda de la revocación de la Ley de Unión (1843). El gobierno Peel se negó a toda concesión y amenazó a los manifestantes con la artillería, ante lo cual O’Connell se retiró, renunciando a emplear métodos violentos o ilegales.
En sus últimos años vivió con amargura el deterioro de su salud y la indiferencia británica ante el hambre de Irlanda, al tiempo que se distanciaba por sus convicciones liberales de la nueva tendencia hacia un nacionalismo de tipo cultural (dominante entre los exaltados de la Joven Irlanda)