Físico alemán. Descubridor de la ley de la electricidad que lleva su nombre, según la cual la intensidad de una corriente a través de un conductor es directamente proporcional a la diferencia de potencial entre los extremos del conductor e inversamente proporcional a la resistencia que éste opone al paso de la corriente.
Georg Simon Ohm
Hijo de un herrero, alternó en los años de adolescencia el trabajo con los estudios, en los que demostró preferencia por los de carácter científico. En 1803 empezó a asistir a la Universidad de Erlangen, donde hizo rápidos progresos. Primero enseñó como maestro en Bamberg; pero en 1817 fue nombrado profesor de Matemáticas y Física en el instituto de Colonia.
Dedicado desde el principio a los estudios de galvanoelectricidad, en 1827 publicó aspectos más detallados de su ley en un artículo titulado Die galvanische Kette, mathematisch bearbeitet (El circuito galvánico investigado matemáticamente), que, paradójicamente, recibió una acogida tan fría que lo impulsó a presentar la renuncia a su cargo en el colegio jesuita. Finalmente, en 1833 aceptó una plaza en la Escuela Politécnica de Nuremberg.
Posteriormente su labor comenzó a ser justamente valorada. En 1844, Pouillet resaltaba la importancia de sus intuiciones y al año siguiente Ohm recibía la medalla Copley de la Royal Society de Londres. En 1849 se le confería la cátedra de Física de Munich, donde fue también asesor de la Administración de telégrafos. En honor a su labor, la unidad de resistencia eléctrica del sistema internacional lleva su nombre (ohmio)
(París, 1848 - 1918) Narrador y dramaturgo francés. Autor de enorme éxito entre los lectores franceses de la segunda mitad del siglo XIX, dejó impresa una interesante producción narrativa que, en muchas ocasiones, fue presentada también en los escenarios teatrales parisinos, transformada en material dramático por el propio Ohnet
Atento siempre a los gustos del público de su tiempo, Georges Ohnet aprovechó los cauces formales del folletín romántico para crear unas complejas tramas pasionales que pronto le convirtieron en uno de los autores predilectos de aquellos lectores que gustaban de las vicisitudes sentimentales (en general, el elenco femenino). Alentado por este relativo prestigio, no reparó demasiado en depurar su estilo -considerado demasiado elemental por la crítica de su tiempo-, pues comprobó que la amenidad de sus novelas folletinescas (y de sus subsiguientes versiones teatrales) radicaba en el choque pasional entre los protagonistas, circunstancia que sabía recrear a la perfección en todas sus obras, sin necesidad de ofrecer mayores muestras de virtuosismo expresivo.
Por lo demás, cabe señalar que, dentro de los modelos arquetípicos de un género tan encorsetado como el folletín romántico, el narrador parisino supo introducir una singular pincelada de originalidad que, con el paso del tiempo, tal vez constituya lo más valioso de sus escritos: el esbozo, en medio de la tensión sentimental sujeta a los típicos patrones del género, de una tensión social generada por el contraste entre una clase aristocrática en plena decadencia y una pujante burguesía que, poco a poco, va ocupando los puestos de privilegio ostentados hasta entonces por la nobleza
Todo esto se hace patente en la que tal vez sea su mejor novela, Le maître des forges (El dueño de la herrería, 1882), una obra que gozó de gran aceptación no sólo entre los lectores franceses de finales del siglo XIX, sino también entre el público de otros muchos países de Europa, como lo prueba su inmediata aparición en España, en versión de la escritora de origen filipino Julia Codorníu.
Merced a la traducción de esta ilustre descendiente de Félix María Samaniego, que firmaba sus obras como "Baronesa de Argeniere", los lectores españoles pudieron seguir, a lo largo de una serie de entregas aparecidas en La Correspondencia, la novela original de Georges Ohnet, titulada en castellano Las fraguas de Pont-Avesnes y acompañada -en dicha edición por entregas- por algunos poemas originales de la citada traductora. Comoquiera que en España el texto de Ohnet cosechó tanto éxito como en la tierra natal del autor, Julia Codorníu publicó también su traducción (hecha "en versos romancescos") en formato de libro (1882)
Otras obras de Ohnet que le granjearon un gran prestigio literario en su época son La comptesse Sarah (La condesa Sarah, 1882), Lise Fleuron (1884), Les dames de Croix-Mort (Las damas de Croix-Mort, 1886), Volonté (Voluntad, 1888), Le docteur Rameau (El doctor Rameu, 1889) y Au fond du gouffre (Al fondo del abismo, 1899), esta última (junto con la citada Le maître des forges) considerada como su obra maestra. El propio escritor parisino englobó todas estas narraciones bajo el título genérico de Batailles de la vie (Batallas de la vida), con la intención de resaltar la veracidad y cotidianeidad de las apasionadas historias sentimentales que las configuran.