Empresario francés, uno de los principales del París de la Belle Epoque, creador del Moulin Rouge. Su instinto y su carácter emprendedor hicieron que durante años se le considerara el más grande animador de las noches parisinas.
Aunque nacido en España, Oller Roca se trasladó a París a los tres años, pues su padre, Francisco Oller Xatart, había marchado a la capital del Sena desde su Cataluña natal para poner en marcha un negocio de tejidos que enseguida fue próspero. En París nacieron los dos hermanos de José, Alejandro y Juan, y murió su madre, Teresa Roca
La infancia de José Oller transcurrió en un ambiente plácido y acomodado. Se educó como interno en el Liceo de Saint Denis, y amplió su formación con viajes por Europa y visitas a sus parientes en España, donde perfeccionó sus conocimientos de castellano. Al terminar sus estudios, ayudó durante un tiempo a su padre en el negocio de tejidos, pero enseguida empezó a estudiar algunos proyectos personales. En 1864 propuso al gobierno de España el establecimiento de un servicio de barcos a vapor entre las islas Canarias, que fue rechazado, y puesto en práctica con éxito treinta años después, cuando ya Oller estaba dedicado plenamente a su actividad empresarial
En 1865 puso en marcha su primer negocio: una agencia de apuestas para las carreras de caballos. En 1867 lo perfeccionó ideando un sistema de apuestas mutuas, el Paris-mutuel, que supuso un éxito rotundo. Poco después, el ingenio de Oller le llevó a inventar una máquina de impresión para los billetes de apuestas movida por el motor Lenoir, de reciente creación
Con su actividad en las carreras, José Oller se había convertido en un hombre rico. Sin embargo, la suerte le dio la espalda en 1875, cuando un tribunal declaró ilícito el negocio de las apuestas en las carreras de caballos. Oller, que se había casado seis años antes con la peruana Carmen Coello, supo que había llegado el momento de dar un giro a su actividad. En el transcurso de sus viajes por Europa había conocido de cerca el mundo del teatro y trabado algunos conocimientos de escenografía, y decidió ponerlos en práctica con la apertura de un local para espectáculos de variedades que bautizó con el nombre de Fantaisies Oller.
Los parisinos acogieron la idea con entusiasmo, y abarrotaban el recinto todas las noches. Dos años después Oller abría un nuevo local, el Theatre des Nouveautés, con tres mil localidades de capacidad. En 1882 fundó el hipódromo de Saint Germain y patentó un sistema de alumbrado eléctrico para la pista de carreras. En 1885 puso en marcha en el centro de París La Grande Piscine Rochechuart, una piscina cubierta de 600 metros cuadrados, que contaba con quinientas cabinas, gimnasio y sauna, y por la que llegaron a pasar anualmente veinticinco mil personas
Con 46 años, José Oller se había convertido en un empresario de prestigio y un hombre de peso en la vida social parisina. Pero fue en 1886 cuando Oller dio la gran campanada al inaugurar Le Nouveau Cirque, un local cuyo escenario estaba preparado para celebrar espectáculos circenses, aunque, de manera prácticamente inmediata, por medio de un complejo sistema creado por el propio Oller, podía convertirse en una piscina donde se ofrecían números de danza acuática. Después de la apertura de este local, nadie tuvo ya duda de que José Oller era, por derecho propio, el rey de la noche de París
En 1889 París inauguró una nueva Exposición Universal, y José Oller quiso aprovechar con otro negocio la masiva afluencia de visitantes que invadirían la ciudad con motivo de la Exposición. Decidió levantar un cabaret en pleno corazón de Montmartre, al que bautizó con el nombre de Moulin Rouge. El nuevo local de Oller se convirtió en el centro de la vida social de París.
Sus bailarinas de cancan tenían fama de ser las mejores de la ciudad, y Oller en persona se preocupaba de renovar constantemente los espectáculos y contratar a los mejores artistas capaces de ofrecer los números más originales. Pintores como Toulouse-Lautrec o Jules Cheret plasmaron en sus pinturas distintas escenas del Moulin Rouge, e intelectuales y artistas como Vicent Van Gogh, Pablo Ruiz Picasso, Oscar Wilde o Santiago Rusiñol se hicieron asiduos del local
En 1891, Oller abrió en el otro extremo de la ciudad otro centro de diversión, Le Jardin de Paris, que empezaba a funcionar cuando el Moulin Rouge cerraba sus puertas. Por eso, el empresario estableció un sistema de transporte gratuito por medio de un ómnibus que trasladaba a los clientes de un local a otro. En 1893 abrió la sala Olympia, preparada para acoger espectáculos de music-hall que hacían furor en Europa, y donde triunfó La Bella Otero, considerada el ideal de la hermosura femenina de la época
Los locales de Oller funcionaron a pleno rendimiento hasta 1914, cuando el estallido de la Gran Guerra despertó a París y al mundo entero del sueño de la Belle Epoque. Para entonces, José Oller se había ganado el apodo de "Napoleón de las atracciones" con que le bautizó el crítico Maurice Joyant
(Bayamón, 1833 - San Juan de Puerto Rico, 1917) Pintor puertorriqueño. Desde niño sintió gran afición por el dibujo y dedicó un gran esfuerzo al aprendizaje del arte pictórico. Al cumplir los dieciocho años, viajó a Madrid con la intención de completar su formación artística en la Academia de San Fernando, donde tuvo, entre otros, a uno de los más destacados pintores españoles de la época, Federico de Madrazo y Kuntz.
Dos años más tarde regresó a su tierra natal, Puerto Rico, pero su inquietud le llevó a realizar un nuevo viaje a Europa, esta vez a Francia. Se instaló en París y entró en el taller de T. Couture para completar sus estudios de pintura, al tiempo que se inscribió como copista en el museo del Louvre, donde tuvo como preceptor a Gustave Courbet
Fueron años difíciles en cuestiones económicas y Francisco Oller realizó todo tipo de trabajos para mantenerse: trabajó como sacristán, como barítono en una compañía de ópera italiana, etc. Durante estos años de juventud frecuentaba el café Guerbois y la brasserie Andler, lugar en el que conoció a los pintores Degas y Pissarro, y al novelista Zola. En 1859 entró en el taller de Gleyre donde tuvo como compañeros de estudios a Bazille, Renoir, Monet y Sisley; más tarde conoció a Cézanne y en 1861 visitó el taller de Courbet.
El velorio (1893), de Francisco Oller
En 1865 regresó a Puerto Rico, convertido en el primer artista de habla hispana que había adoptado el estilo impresionista. Tres años más tarde inició su labor docente, decisiva en la plástica puertorriqueña, con la apertura en la capital de una academia gratuita de dibujo y pintura. Continuó viajando a Europa y en 1876 se estableció en Madrid, esta vez como artista consagrado. Recibió varios encargos importantes: retratos, paisajes y escenas de género. De este periodo madrileño datan sus obras El coronel Contreras en Treviño (1878) y Un mendigo (1881)
A los 51 años de edad, regresó definitivamente a Puerto Rico, donde fundó una nueva academia, la escuela femenina de dibujo y pintura. En 1902 fue nombrado profesor de dibujo en la Escuela Normal, la que más tarde se convertiría en Universidad Nacional. Su labor artística y docente fueron decisivas en la formación de un arte nacional puertorriqueño y fue considerado el más importante artista del siglo XIX de Puerto Rico
Su pintura, que evolucionó desde el realismo academicista de los primeros años hasta el impresionismo aprendido de primera mano en Francia, hizo surgir un interés en la plástica puertorriqueña por retratar el entorno cotidiano: las gentes, los paisajes, las costumbres. Entre sus obras cabe destacar: El pleito de la herencia (1854-1856), Retrato de Manuel Sicardó (1866-1868), El molino (1875), Las lavanderas (1887-1888), El Velorio (1893) y Bodegón con piñas (1912-1914)