Rey de León (951-956). Hijo del rey de León Ramiro II y de la primera esposa de éste, Adosinda Gutiérrez, Ordoño pasó los primeros años de su vida en la corte de su padre, instalada desde principios del año 926 en los territorios de Galicia puestos a su cargo, conocidos ya en la época con el nombre de Portugal.
Muy pronto abandonó estas tierras, ya que cuando contaba aproximadamente con 5 años se trasladó junto a su familia a la Corte de León, lugar donde Ramiro fue proclamado rey en el año 931.
Ordoño III ocupó el trono el 5 de enero del año 951, tras presenciar la abdicación formal de su padre ante los personajes más importantes del reino. El nuevo rey demostró en varias ocasiones su gran pericia en el manejo de las armas y su amplio conocimiento de las distintas instituciones y de la administración. En 955 tuvo que enfrentarse a un importante contingente de tropas navarras y castellanas, confabuladas para instaurar en el trono a su hermano Sancho, el cual había albergado esperanzas de suceder a su padre, por no mencionar, según atestiguan las fuentes musulmanas, que sintió desde su juventud una profunda antipatía por Ordoño
El contingente tenía previsto reunirse en Sahagún, para desde allí iniciar la conquista del reino, por lo que Ordoño decidió organizar sus defensas en la línea fluvial del Cea, lugar en el que contó con el inestimable apoyo del conde de Monzón, Fernando Ansúrez. El ejército navarro-castellano se encontró con un poderoso baluarte defensivo, prácticamente inexpugnable, que deshizo por completo sus esperanzas de obtener la victoria, por lo que retrocedieron rápidamente.
Pero la tranquilidad no llegó para Ordoño III tras esta primera victoria, ya que poco después tuvo que partir a la llamada tierra Llana de Lugo, donde parece que se había iniciado un importante movimiento de oposición, puesto en relación por algunos autores con la anterior rebelión castellana. No tardó Ordoño en hacer valer su autoridad en tierras gallegas, tras conducir personalmente a su ejército, y con el fin de evitar nuevos conflictos, entregó a un familiar el gobierno efectivo de la zona
Animado por sus recientes triunfos y en vista de que contaba con un poderoso ejército, decidió emprender una campaña en tierras portuguesas. Partió de las riberas del Miño y, tras reforzar sus defensas en Coimbra, marchó hacia Lisboa, donde obtuvo un importante botín y un gran número de prisioneros. De regreso en su reino, recibió la noticia de que un ejército musulmán se encontraba en las proximidades del Duero, concretamente en San Esteban de Gormaz, causando notables apuros a Fernán González, que, desbordado por el gran número de enemigos, decidió someterse a la autoridad del monarca y solicitar su ayuda.
Ordoño III colaboró efectivamente con el conde y poco después los musulmanes tuvieron que retirarse de estas tierras, aunque en opinión de los cronistas árabes se trató de una victoria parcial, ya que leoneses y castellanos iniciaron rápidamente las negociaciones de paz con Abd al-Rahman III. Pero según apuntan fuentes cristianas, el rey en ningún momento intentó firmar la paz con Córdoba, puesto que pasó el invierno siguiente preparando una expedición en contra de sus enemigos del exterior. No se llevó a cabo la proyectada expedición, puesto que el monarca murió en el verano del año 956, tras ponerse al frente de sus tropas en la ciudad de Zamora, por causas naturales. Sus restos mortales fueron trasladados inmediatamente a la ciudad de León, donde fueron depositados en la iglesia del Salvador
(Navarra, 925 - Córdoba, 962) Rey de León (958-960), apodado el Malo o el Jorobado. Era hijo único del rey de León Alfonso IV el Monje y de la esposa de éste, la princesa navarra Oneca Sánchez.
Tras la proclamación de Sancho I, Fernán González decidió explotar la precaria situación del nuevo monarca en su propio beneficio, concediendo la mano de su hija Urraca (viuda de Ordoño III) a Ordoño IV en el año 957, ya que éste era el único capaz de cuestionar la legitimidad del gobierno de Sancho I, y, debido a su inexperiencia en el manejo de los asuntos de gobierno, parecía fácil de manejar. Pero si bien Fernán González prestó todo su apoyo a Ordoño, su candidatura no debió calar muy hondo entre los castellanos, puesto que muy pronto se hizo evidente para muchos su falta de cualidades (a menudo fue descrito como un hombre mezquino y egoísta, de ahí que recibiera el apodo de Ordoño el Malo)
Fernán González se benefició del tremendo descontento que se apoderó de los nobles del reino, tras constatar que la extrema obesidad de Sancho I le impedía hacerse cargo de la defensa de sus posesiones, sobre todo tras la victoriosa expedición musulmana del verano del año 957. Finalmente, la llegada de las tropas de Ordoño a tierras gallegas obligó a Sancho I a huir a Navarra, por lo que el camino de quedó libre de obstáculos y éste pudo ocupar el trono. Probablemente Ordoño IV fue aceptado por los nobles leoneses por el tremendo descontento que provocaba la figura de Sancho I. Por lo que respecta a los gallegos, los numerosos contactos del conde Fernán González en este territorio fueron cruciales a la hora de entender la reacción favorable de éstos hacia el nuevo monarca
Durante su breve mandato, Ordoño IV dio sobradas pruebas de su incapacidad para el manejo de los asuntos de Estado y sobre todo, su evidente falta de tacto ofendió a los nobles del reino, que poco a poco fueron abandonando su causa. La soledad de Ordoño IV se puso de manifiesto en marzo del año 959, tras recibir la noticia de la llegada de Sancho I a Sahagún al frente de un importante contingente de tropas musulmanas, puesto que no contaba con efectivos suficientes para oponerse a las tropas de su adversario. En esta ocasión no podía pedir ayuda a su protector, ya que Fernán González estaba siendo atacado por un poderoso ejército que había sido reclutado en Navarra. Estas circunstancias obligaron a Ordoño a huir a Asturias junto a su esposa y sus dos hijos
Instalado Sancho I nuevamente en el trono, Ordoño se vio obligado a abandonar Asturias, ya que su causa no despertó ningún interés entre los habitantes de la zona. Decidió refugiarse junto a su familia en Burgos, donde esperaba contar con el apoyo de los castellanos, los cuales también le dieron la espalda y le obligaron a abandonar el territorio.
Partió con una reducida escolta a tierras cordobesas, donde fue recibido por los colaboradores de al-Hakam II. Ordoño IV solicitó la colaboración del califa para recuperar su autoridad, pero a pesar de que obtuvo una respuesta favorable del sucesor de Abd al-Rahman III, parece que el cordobés nunca estuvo interesado realmente en prestarle su ayuda; utilizó las aspiraciones de éste para presionar a Sancho I, el cual se mostraba reacio a la hora de entregar las plazas fronterizas que había prometido al anterior califa a cambio de su ayuda. Sellada la paz entre Sancho I y al-Hakam II, Ordoño se vio obligado a renunciar a sus planes