Médico español del siglo XVII, cuya etapa más esplendorosa transcurrió en Sevilla, en 1697. Destacó por sus estudios sobre medicina y filosofía natural
Fijó su residencia en Sevilla en los últimos años del siglo XVII. Había sido militar, pero en ese momento, además de presbítero, tenía los títulos de médico y de cirujano. Fue uno de los fundadores, en 1697, de la "Veneranda Tertulia Hispalense" que se reunía en el domicilio de Juan Muñoz y Peralta, núcleo inicial de la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla.
Escribió varias obras, polemizando con los seguidores de la filosofía natural y de la medicina tradicional. En ellas atacó la doctrina de las "cualidades ocultas" como interpretación de las propiedades de seres vivos e inanimados, considerándolas "imaginadas" y "entes fantasmas" y enfrentándolas con explicaciones científicas de carácter moderno. También criticó el galenismo desde una posición renovadora, basada sobre todo en la iatroquímica.
Por otra parte, publicó el primer libro consagrado a recoger la labor de la Regia Sociedad sevillana , que acompañó de un "Enchyridion" de advertencias, en que se manifiesta el estado que tenían todas las ciencias y artes liberales en sus infancias, y lo adelantadas "que están hoy por la industria y trabajo de los modernos". Editó asimismo un texto del protomédico Andrés de Gámez favorable a los novatores sevillanos. Ordóñez fue cirujano de cámara de la reina Mariana de Austria y, más tarde, de Carlos II
(Ronda, 1932 - Sevilla, 1998) Torero español, hijo del torero Cayetano Ordóñez, el Niño de la Palma, y hermano de los también toreros Cayetano y Juan. Recibió la alternativa en 1951, en Madrid, de manos de Julio Aparicio, y pronto ganó popularidad por su dominio del toro y su lidia sobria, serena y clásica, propia de un destacado seguidor de la «escuela rondeña».
Antonio Ordóñez
De hecho, desde el día en que tomó la alternativa, Ordóñez ocupó en el juicio de críticos y aficionados el destacadísimo lugar que nunca abandonaría en sus casi 20 años de matador de toros: ninguno había reunido hasta entonces, ni atesoraría después, tanto arte y tanto valor juntos ni sería capaz de expresar ambos con su entera y proverbial naturalidad.
Fue, sin embargo, un torero castigadísimo por los toros, con un saldo de más de una cogida seria por temporada y con graves lesiones en las articulaciones, que dificultaron su movilidad en el ruedo. Su rivalidad con Luis Miguel Dominguín, acentuada por los reportajes que el premio Nobel Ernest Hemingway publicó en la revista estadounidense Life, se resume en diez mano a mano celebradas entre el 17 de junio en Zaragoza y el 21 de agosto de 1959, en Bilbao. Para la historia, Ordóñez fue el triunfador de aquel "verano sangriento", en palabras de Hemingway
Más valorado con el capote que con la muleta, se dijo de él que no hubo otro igual en el toreo a la verónica, muy amplia de capote y profunda en el lance, hasta el punto de estar considerada por los entendidos como una de las cimas del toreo y ser recordada con nostalgia. Destacó también como matador, recibiendo muchos toros a lo largo de su vida, y encontrando, en el último tramo de su actividad, una estocada de recurso, y efectos fulminantes, caída en un rincón llamado desde entonces "el rincón de Ordóñez".
Se retiró el 18 de noviembre de 1962. Reapareció de nuevo en 1965 y se alejó definitivamente de las plazas el 12 de agosto de 1970 en San Sebastián. No obstante, toreó todos los años la tradicional corrida goyesca que se celebra en la plaza de toros de Ronda. Siguió con el máximo interés los pasos de su nieto Francisco Rivera Ordóñez, hijo de Francisco Rivera Paquirri, que en 1996 se reveló como uno de los matadores jóvenes con mejores perspectivas de futuro. Falleció como consecuencia de un cáncer el 19 de diciembre de 1998 en Sevilla. Sus restos mortales fueron incinerados y esparcidos en la plaza de toros de su localidad natal