Compositor español. Fue organista de los jesuitas en los primeros años de su carrera y se convirtió en uno de los mejores músicos de la historia de España. Cuando sólo contaba con 20 años de edad ya había estrenado, en su ciudad natal, tres zarzuelas: El presagio rojo, La niña de los perros y Sevilla, ¡qué grande eres!. Se marchó a Madrid, fundó una editorial de partituras y creó una academia, lugar donde seleccionaba a los cantantes con ganas de alcanzar la popularidad.
Sus tonadillas, con letras de A. Quintero y R. de León, definen prácticamente la canción de la posguerra española, y llenaron toda una época de la música popular. Entre sus composiciones más populares destacan ¡Ay, pena, penita, pena! , Ojos verdes, La zarzamora, Tatuaje, María de la O y La Parrala.
(María Rafaela de los Dolores Quiroga Capodardo; Venta del Pinar-San Clemente, 1811 - Guadalajara, 1891) Religiosa española. Ingresó en 1826 en las Comendadoras de Caballero de Gracia en Madrid.
Al año siguiente se iniciaron sus supuestos milagros y visiones que culminaron en 1830, cuando aseguró que se le ha aparecido la Virgen. Unos años después fue condenada por simular estigmas en su cuerpo y revelaciones divinas favorables a la causa del pretendiente carlista. Desterrada de la Corte, la regente María Cristina de Borbón la autorizó a volver en 1844. Contó, además, con el patrocinio del Duque de Medinaceli, que le cedió el convento de Jesús, en Madrid.
Desde este momento, y sobre todo a través del Infante D. Francisco de Asís, Sor Patrocinio comenzó a influir en Palacio, singularmente en el ánimo de la joven reina Isabel II, que la consideraba una santa y que seguía sus consejos en todo tipo de asuntos, como lo prueba el desastroso "ministerio relámpago", gabinete ministerial que la monja indicó a la reina por supuesta inspiración divina y que demostró su ineficacia en menos de veinticuatro horas.
Siempre protegida por los monarcas, realizó fundaciones en El Pardo, El Escorial, Lozoya, Manzanares y Guadalajara. En 1860, publicó un Ejercicio mensual a María Santísima del Olvido, Triunfo y Misericordias, para el culto de la advocación de Nuestra Señora del Olvido, imagen que aseguraba haberle sido entregada por la propia Virgen. En 1868, tras la "Gloriosa", se desterró a París con la reina, hasta que, en 1877, Alfonso XII autorizó su regreso.