Actriz española. Comenzó en el mundo de las tablas cuando era todavía una niña, en representaciones de teatro infantil. Su debut profesional llegó en 1941, cuando puso sobre el escenario La venta de los gatos, Locura de amor y La malquerida en la compañía de María Guerrero.
Poco después conoció al también actor José María Rodero, con quien contrajo matrimonio en el 1947, y juntos emprendieron una gira artística por Buenos Aires con las obras Plaza de Oriente, Los endemoniados, Dulcinea y El caso de la mujer asesinadita.
Efectuó algunas incursiones en el mundo del cine, con películas como Los millones de Polichinela (1941), Esa pareja feliz, Bienvenido Mr. Marshall y Plácido (estas tres últimas a las órdenes de Berlanga), Un día perdido, de Forqué, Manicomio, de Fernando Fernán Gómez y La colmena (1982), de Mario Camus.
Volvió al teatro para protagonizar la obra de Chéjov La gaviota, tras lo cual hizo una serie para la televisión, titulada Escuela de maridos; también para la pequeña pantalla interpretó Una mujer de su casa y Ecos de sociedad (1977). La última obra que interpretó, de nuevo para en el teatro, fue Enrique IV, de Pirandello, con motivo del homenaje que se hizo a Azucena Hernández.
(Caguas, 1881 - Coamo, 1925) Compositor y músico puertorriqueño. Su familia se trasladó a Coamo cuando tenía solamente dos años de edad.
Comenzó sus estudios musicales desde muy niño; su primer maestro fue su propio padre, el francés Don Juan Bautista Quintón y Luzón, un compositor y organista con grandes conocimientos de instrumentación y teoría musical, graduado en el Conservatorio de Música de París. Más tarde recibió lecciones del notable pianista y compositor catalán Ernesto del Castillo.
A los nueve años ofreció su primer concierto y a los once acompañó al insigne violinista cubano Brindis de Salas. Desde esos primeros triunfos, Quintón, con plena confianza en sí mismo y verdaderamente enamorado de su arte, consagró sus esfuerzos al estudio y cultivo de la música en sus más variadas formas; incluso dirigió bandas escolares y municipales, y dio lecciones de piano, violín y otros instrumentos.
Ya en 1917, cuando apenas se conocían en Puerto Rico, tocaba piezas de Debussy, Ravel, Schoenberg y otros compositores, de los cuales adquirió amplia información por numerosas revistas musicales, que leía en inglés, idioma que aprendió pacientemente por sí solo, con el único objeto de poderse beneficiar intelectualmente de tales lecturas.
Quintón fue un compositor fecundo. Aun en sus primeras danzas (que escribió siendo todavía un adolescente), como "Confía", "Mi estrella", "Amor Imposible" y otras, se advertía el afán de innovar que experimentó en toda su carrera. Además de la danza, cultivó otros géneros y obtuvo numerosos premios en certámenes locales. "Cuarteto para instrumentos de cuerda", "Variaciones sobre un tema de Hummel", "Obertura" y "Marcha triunfal" son algunas de sus obras galardonadas. También escribió valses, marchas, nocturnos, música religiosa y varias misas, entre estas últimas es la más notable una "Misa de Réquiem" en póstumo homenaje al compositor puertorriqueño Ángel Mislán.
Sobresalió como pianista, tanto por su técnica depurada como por sus dotes interpretativas; era muy hábil con la mano izquierda y el uso del pedal, además de un gran lector, capaz de leer y transportar a primera vista, sin vacilación, cualquier pieza para piano, por complicada que fuese su estructura.
En lo que se refiere a la danza puertorriqueña, prevaleció en Quintón, al igual que en Tavárez y Morel, una honda inquietud para hacer de ésta una pieza de concierto, y no omitió esfuerzo alguno para llevar a la realidad ese propósito. Es notable su serie de "Danzas de Concierto", en las cuales hizo gala de sus conocimientos y habilidades musicales. Sin embargo, su danza más popular y reconocida fue "El coquí", una danza de sencilla melodía y progresión armónica. En ella el maestro Quintón utilizó un tema obstinato de octavas que imitaban el cantar de este batracio que ha venido a convertirse en símbolo de Puerto Rico.