Director de cine norteamericano. Nicholas Ray representa uno de los máximos exponentes del individuo atrapado por el veneno del cine, medio en el que volcó toda su vida personal hasta incluso filmar su larga agonía como consecuencia de una grave enfermedad. Surgido en el seno de una generación de cineastas que padeció el tránsito del modelo clásico hacia los movimientos de ruptura, supo acomodarse a cada una de las circunstancias sin que su estilo inconfundible se resintiera por ello. Esa capacidad camaleónica y su enfermiza pasión por hacer películas como si fueran parte esencial de su existencia suscitaron la admiración de innumerables colegas y críticos, alguno de los cuales, caso del cineasta Jean Luc Godard, llegó a plasmarla en una frase para el recuerdo: "El cine es Nicholas Ray"
Nicholas se crió en un pequeño pueblecito a orillas del río Mississippi, rodeado de amigos como Joseph Losey, que más tarde también sería director cinematográfico, y soñando con convertirse en músico o escritor. Su llegada al Instituto le permitió entrar en contacto con el mundo de la radio y diseñar una serie de programas de éxito con los que obtuvo una beca para la Universidad de Chicago bajo la tutela del innovador pedagogo Robert Maynard Hutchins.
A su sombra, Nicholas Ray decidiría simultanear los estudios de arte dramático con los de arquitectura, hasta que el mítico artista Frank Lloyd Wright le invitó a integrarse en una comuna creativa denominada Taliesin Fellowship. Este proyecto quería concebir la arquitectura como método filosófico y síntesis de múltiples disciplinas, partiendo del diálogo entre creadores procedentes de distintos campos, y tuvo una enorme influencia estética en la posterior carrera cinematográfica de Nicholas Ray.
De hecho, si algo caracteriza su obra es precisamente la tensión latente que nace del concepto geométrico de los espacios y el uso expresivo del color, todo ello al servicio de la profundización psicológica en los personajes. Por un lado, la utilización magistral de formatos panorámicos como el CinemaScope o de los violentos contrastes de color le elevaron a la categoría de los grandes maestros. Por otro, los héroes de sus films son casi siempre perdedores silenciosos, jóvenes rebeldes o individuos atormentados que intentan sobrevivir en un medio hostil que, al mismo tiempo, para el resto de la humanidad es el mundo real.
Los cambios de humor o las distintas etapas de su vida tienen reflejo en la pantalla a través de los colores o de la composición del encuadre, hasta unos extremos de barroquismo que harían famoso a Ray y le convertirían en portavoz de las nuevas generaciones enfrentadas al mundo que le ofrecían sus padres. No en balde a él se le debe un auténtico manifiesto como Rebelde sin causa, donde James Dean encarnaba al típico amante de la velocidad y el riesgo que prefiere morir joven antes que someterse a las reglas de la sociedad
Su entrada en el cine se produjo como consecuencia de la amistad que le unía con Elia Kazan, forjada en los escenarios teatrales. Tras una amplia trayectoria como director en grupos radicales que defendían un teatro proletario y como realizador pionero para la televisión, le llegaba el turno al cine, donde hizo un aprendizaje acelerado de las diferentes profesiones trabajando como montador, actor o ayudante de dirección.
El debut tras las cámaras se produciría finalmente en 1947 con They Live by Night, que sin embargo no llegó a estrenarse hasta dos años después. Lejos de amedrentarse, y tras la firma de un contrato de larga duración con la RKO, siguió haciendo películas donde el melodrama se daba la mano con la estética del cine negro, caso de Llamad a cualquier puerta, protagonizada por Humphrey Bogart. Su ascendente prestigio dentro de la RKO llevaría al empresario Howard Hughes, máxima cabeza visible de la empresa, a ofrecerle la dirección administrativa, cargo que Nicholas Ray rechazó, aunque se comprometió por gratitud a rehacer o finalizar diversos largometrajes que no habían podido ser estrenados, así como a realizar un proyecto largamente acariciado por el estudio: Infierno en las nubes
Sin embargo, en 1952 los crecientes conflictos personales mantenidos con quien sería nombrado director administrativo de RKO, Jerry Wald, le indujeron a solicitar la rescisión del contrato para convertirse en director independiente. De forma paradójica, esta situación de aparente mayor libertad trajo consigo pasado el tiempo todo lo contrario: un difícil período de ostracismo profesional.
Por lo pronto, una de las obras cumbres de su carrera, el western crepuscular Johnny Guitar hubo de ser financiado por la modesta Republic, una empresa con escasos canales de distribución y cuyo mercado principal eran las salas de segundo orden. Con todo, el éxito obtenido por este filme en esas circunstancias animó a la Warner a hacerle una sustanciosa oferta: carta blanca para realizar un proyecto que tuviera a la juventud como protagonista y principal destinatario.
Surge así Rebelde sin causa, manifiesto generacional de profunda influencia en la sociedad y cuyas recaudaciones en taquilla fueron además sensacionales, hasta el extremo de convertir a Ray en uno de los directores mejor pagados de Hollywood. Su estrecha relación con James Dean parecía augurarle un futuro lleno de esperanzas, pero la repentina muerte del actor en accidente de tráfico las truncó de raíz. Tras Bigger Than Life, filme que pasó desapercibido en la época pero que con el paso de los años se ha convertido en una de las obras de referencia para infinidad de cinéfilos, comenzó a plantearse el éxodo de los Estados Unidos como única forma de garantizar la continuidad de su carrera al margen de los grandes estudios.
Dirigió así Amarga victoria, filmada entre Francia y Libia, donde los numerosos problemas de rodaje se agravaron con una pésima distribución comercial, lo cual puso aún más en entredicho su fama. La situación tocó fondo con Viento sobre las Everglades, rodada en la zona pantanosa de Florida y donde Ray acabó contrayendo una grave enfermedad que condujo a su fulminante sustitución antes de acabar el trabajo.
Sumergido en un proceso autodestructivo que no parecía tener salida, el siguiente paso fue el alcoholismo, de cuyas garras no pudo escapar hasta casi el final de sus días. A finales de la década de los cincuenta, amargado y sin posibilidades de remontar el vuelo, abandonaría definitivamente Hollywood para emprender la aventura europea con un filme épico: Los dientes del diablo
Contratado por el productor Samuel Bronston, que estaba creando un pequeño imperio en España, realizaría las superproducciones Rey de Reyes y 55 días en Pekín, con las que esperaba reverdecer viejos laureles. No obstante, las tensiones entre su deseo cada vez mayor de hacer un cine intimista y el colosalismo de la superproducción acabaron haciéndole enfermar de nuevo. Sólo la confianza depositada por Bronston en sus aptitudes permitió que se quedara hasta 1964 en España, donde tanteó negocios tan alejados de sus verdaderos intereses como la apertura de un club nocturno o una galería de arte.
Desde mediados de la década de los sesenta su declinar fue aún más severo. Aislado en una isla naturista del Mar del Norte, sus escasas salidas al exterior se saldaron con innumerables proyectos marginales (incluido cine pornográfico como Sueños húmedos) o directamente inacabados. La pérdida de la visión en su ojo derecho como consecuencia de una embolia le llevó a tocar fondo, del que sería fugazmente rescatado por el Harpur College de Nueva York mediante un contrato como profesor de teoría cinematográfica. Las prácticas escolares darían como resultado la desesperanzada We Can´t Go Home Again, pero su carrera era ya algo del pasado. Enfermo de cáncer, decidió filmar su agonía con la ayuda de Wim Wenders en lo que fue su testamento cinematográfico: Relámpago sobre el agua
(Calcuta, 1921-id., 1992) Director de cine indio. Su padre, Sukumar Ray, fue una eminente figura de la escena literaria bengalí. En 1940 se licenció en ciencias económicas por la Universidad de Calcuta y entró a trabajar en la Universidad Tagore de Viswa-Bharati. Sus paralelas formación pictórica y su herencia literaria lo dotaron de una delicada sensibilidad artística reflejada en todos sus filmes, de los cuales fue no sólo director, sino también guionista y compositor de las bandas sonoras. Su obra constituye un inmenso fresco social y cultural de la India, narrado desde una perspectiva individual con fuertes influencias del movimiento neorrealista. Su primer largometraje, Pather Panchali (1952), con el cual inició su trilogía sobre la vida del joven Apu (completada posteriormente con El mundo de Apu, 1954, y Aparajito, 1957), le granjeó una inmediata notoriedad, y, a lo largo de los años sesenta y setenta, fue cimentando su creciente prestigio hasta ser considerado como uno de los más eminentes cineastas vivos. En 1981, su obra su obra fue objeto de una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y poco antes de su muerte la Academia Cinematográfica de Hollywood le concedió un Oscar especial por el conjunto de su obra