Rey de romanos (1257-1272). Conquistador de Gascuña (1225-1226), en 1227 recibió el condado de Cornualles. Ese mismo año apoyó la revuelta de los barones, y Enrique III tuvo que aceptar sus pretensiones. Participó en la cruzada con Simón de Monfort (1240). Coronado rey de romanos (1257), no consiguió el apoyo de los príncipes electores ni del papa para su candidatura a la corona imperial
Rey de Inglaterra, perteneciente a la dinastía Plantagenet (Oxford, 1157 - Châlus, Aquitania, 1199). Era el tercer hijo de Enrique II y Leonor de Aquitania. Heredó de su madre el Ducado de Aquitania (1168) y el de Poitiers (1172), territorios en los que tuvo que guerrear continuamente para mantener sometida a la nobleza. En 1173-74 participó con su madre y sus hermanos en la gran rebelión contra su padre, el cual invadió sus dominios y le obligó a pedir perdón.
Volvió a rebelarse contra Enrique II en 1188, cuando el rey planeó dividir la herencia entre Ricardo y su hermano Juan sin Tierra; en esta ocasión, Ricardo se alió con el rey de Francia, Felipe II Augusto, al cual prestó homenaje feudal por sus dominios en el continente, combatiendo luego unidos contra Enrique hasta hacerle reconocer a Ricardo como único heredero.
En 1189 se convirtió en rey de Inglaterra, duque de Normandía y de Anjou, al morir su padre. Sin embargo, pasó fuera de Inglaterra la mayor parte de su reinado. Su obsesión era la Cruzada de la Cristiandad contra Saladino, que acababa de tomar Jerusalén; y, efectivamente, fue uno de los jefes de la Tercera Cruzada (1189-92), junto con el emperador alemán Federico I Barbarroja y el rey Felipe Augusto de Francia.
A cambio, se desentendió de la Monarquía inglesa y de sus intereses en el continente europeo: malvendió el patrimonio real para financiar la Cruzada, y puso en grave riesgo sus territorios continentales al enemistarse con Francia (no estalló la guerra de momento, por estar los dos reyes igualmente comprometidos en la Cruzada)
De camino hacia Palestina, Ricardo se detuvo en Sicilia para asegurar los derechos de su familia en aquella isla frente a las pretensiones del emperador (Tratado de Mesina, 1190). Luego conquistó Chipre y Acre (1191). En Palestina tuvo continuos enfrentamientos con los cruzados alemanes y franceses, y no consiguió el objetivo de tomar Jerusalén. Muerto Federico I y habiendo regresado a Francia Felipe Augusto, Ricardo concluyó una tregua con Saladino que garantizaba a los cristianos el libre acceso a los lugares sagrados de Jerusalén y la posesión de Acre (1192).
Intentó volver a Inglaterra evitando a sus muchos enemigos, pero no le fue posible, al naufragar su barco cerca de Venecia y ser reconocido su disfraz en Viena. Cayó prisionero del emperador Enrique II, que le obligó a pagar un fabuloso rescate para dejarle libre (1194). Por fin regresó a Inglaterra, para encontrar que su hermano Juan le había usurpado el Trono (indignado al verse desheredado por Ricardo, que en Sicilia había declarado heredero a su sobrino Arturo de Bretaña).
Fue coronado de nuevo, pero partió enseguida a Normandía, donde pasó sus últimos años luchando contra el rey de Francia. Murió durante el ataque a una fortaleza de su vasallo, el vizconde de Limoges, sucediéndole en el Trono su hermano Juan. Ricardo fue considerado ya en vida la personificación del caballero cristiano medieval y se convirtió en una leyenda romántica después de su muerte: su entrega a la mística guerrera de la Cruzada, su peripecia aventurera por Europa y su larga ausencia del reino permitieron que surgiera el mito de un rey deseado por el pueblo y traicionado por enemigos desleales