Político y escritor español. Militante del Partido Socialista Obrero Español desde 1918, fue diputado y ministro en varias legislaturas
Tras completar una formación académica firmemente anclada en los presupuiestos educativos de la Institución Libre de Enseñanza, de los Ríos obtuvo en 1911 la plaza de catedrático de Teoría Política en la Universidad de Granada. En 1913 Ortega y Gasset formó la Liga para la Educación Política Española como sección del Partido Reformista al que Fernando de los Ríos pertenecía.
Desde su posición del intelectual liberal, éste se adhirió entusiásticamente a la Liga, confiando en regenerar con su labor educativa a las desnortadas masas. El fracaso de la agrupación en sus animosos fines, no obstante, inclinó a de los Ríos hacia las tesis del socialismo, convencido de que la regeneración deseada sólo se obtendría a partir de un cambio en las estructuras de poder y, fundamentalmente, en las económicas.
En 1918 ingresó en el PSOE; dentro del Partido Socialista, de los Ríos se alineó con aquellos (Besteiro, Araquistain) que impulsaron una línea moderada en su acción política. Los esquemas y programas de Fernando de los Ríos siguieron, sin embargo, siendo en buena medida, aquellos propuganados por la Liga, con la consiguiente desconfianza de las bases socialistas.
Su infatigable labor de conferenciante ante auditorios obreros no dejó, no obstante, de granjearle popularidad y hasta protagonismo -por su calidad de intelectual- en las filas de partido. En las elecciones de 1919 obtuvo su primer acta de diputado a Cortes; ese mismo año y con motivo de la primera Conferencia del Trabajo, que tuvo lugar en Washington, fue designado para representar a España en sus sesiones.
Ante la creación de la III Internacional se abrió dentro del PSOE, al igual que en los demás partidos obreros y organizaciones sindicales, un debate a propósito de la afiliación o no a la Internacional Comunista. Fernando de los Ríos se situó en contra de dicha entrada, proponiendo en el Congreso Extraordinario que a tal efecto celebró el PSOE en julio de 1920, que éste se realizara de forma condicional.
En pugna con los partidarios incondicionales de la adhesión acabó imponiéndose la fórmula defendida por de los Ríos y su entorno. La decisión definitiva dependería del informe que dos delegados trajeran de la URSS. Fernando de los Ríos, miembro en aquel año de la ejecutiva del partido, fue elegido (junto a Anguiano) para el viaje. Sus conclusiones, expuestas a su regreso en un nuevo Congreso Extraordinario, celebrado en abril de 1921, abogaron por el no ingreso, criterio que fue adoptado por mayoría. Un libro titulado Mi viaje a la Rusia soviética, publicado en 1922 y reeditado en 1970, dio cuenta de su experiencia en el país de la revolución del proletariado.
El golpe militar de Primo de Rivera en 1923 llevó a Fernando de los Ríos a renunciar a su cátedra universitaria y, además, a rechazar toda colaboración con el régimen desde las filas del PSOE. La mayoría del partido, con Besteiro a la cabeza, acordó sin embargo aprovechar las posibilidades que ofrecía la dictadura, dejando a de los Ríos en minoría con Prieto quien llegó a dimitir de la ejecutiva por ello, si bien de los Ríos permaneció en su cargo pese a sus protestas
En 1926 publicó El sentido humanista del socialismo, obra en la que, con un vocabulario netamente cristiano, mantuvo que la necesaria redención moral de las masas trabajadoras debía preceder a la redención económica y que los obreros alcanzarían el poder tras un largo período de educación. En 1927 publicó Estado e Iglesia en la España del siglo XVI. En 1928 se sumó a la huelga estudiantil. El reconocimiento de las titulaciones expedidas por los centros de enseñanza privada (fundamentalmente centros de la Iglesia) que sancionó el gobierno desencadenó las protestas de estudiantes y profesores contra las prerrogativas de la Iglesia
Fernando de los Ríos formó parte del comité revolucionario salido del Pacto de San Sebastián el 17 de agosto de 1930. Fracasado el alzamiento republicano, fue encarcelado junto a otros miembros del movimiento en diciembre del mismo año. Al formarse con aquellos presos el que fue poco después primer gobierno de la Segunda República, de los Ríos se convirtió en miembro del ejecutivo provisional. En efecto, el 14 de abril de 1931, tras la proclamación del nuevo régimen, Fernando de los Ríos ocupó el cargo de ministro de Justicia.
Escéptico poco antes de esta fecha ante la posibilidad de acabar con la monarquía, la república que de los Ríos consideraba lejana y compleja de instaurar pronto le exigió salir en su defensa; así, el mismo 14 de abril, junto a otros dos ministros republicanos, fue enviado por el gobierno a Barcelona para hacer deponer su actitud a Maciá, quien, en el clima de euforia que precedió a la caída de la monarquía, declaró Cataluña estado independiente integrado en una federación ibérica.
Las gestiones de de los Ríos le convencieron de lo irresponsable de su actitud, de forma que la creación de la Generalidad no tardaría en imponerse. Desde el Ministerio de Gracia y Justicia negoció también con los representantes de la Iglesia la salida al conflicto creado tras el desafío del cardenal Segura. La apología de la monarquía y su unión con la Iglesia hecha por éste en la Pastoral del 1° de mayo, desencadenó una serie de incidentes que se intentaron atajar con unas negociaciones que el talante humanista de De los Ríos ayudó a encauzar.
En diciembre de 1931 pasó al Ministerio de Instrucción Pública, donde acometió un amplio programa de creación de escuelas públicas. Los datos del avance realizado en esta materia por el gobierno de la República (en contraste con la parálisis que en el mismo asunto caracterizó a las tres décadas anteriores a la República ) fueron hechos públicos por de los Ríos en 1932 y publicados después en El Sol el 1° de marzo de ese año. A partir de ellos, el ataque al monopolio educativo de la Iglesia contó con cifras de la incontestable eficacia alcanzada por la labor del gobierno. Durante su estapa en este ministerio, fundó también la Universidad Internacional de Santander. En junio de 1933 y hasta el mes de septiembre del mismo año, de los Ríos ocupó el Ministerio de Estado
La brutal represión que siguió a la sublevación de Asturias de 1934 motivó al gobierno a enviar a la provincia un grupo de parlamentarios a fin de recoger datos sobre los excesos militares. Fernando de los Ríos formó parte de dicho comité de investigación, que obtuvo pruebas irrefutables de las torturas practicadas por el ejército. Las conclusiones a propósito del respeto que los mineros tuvieron hacia los no implicados en el conflicto durante el sitio a que fueron sometidos contrastaron, además, con el comportamiento inicuo de los militares.
En 1935 dimitió de su puesto en la comisión ejecutiva del PSOE a raíz del enfrentamiento con el sector liderado por Largo Caballero y en el ámbito de la política de alianzas llevada a cabo por el partido. El 23 de julio de 1936, tras la sublevación militar que daría lugar a la Guerra Civil, de los Ríos llegó a París para hacerse cargo de la embajada española en Francia. El mismo puesto de embajador ocuparía a partir de octubre del mismo año en Estados Unidos.
En este país permaneció durante todo el tiempo que duró el conflicto armado abierto entre la República y el ejército sublevado. El gobierno republicano en el exilio, que presidió Giral a partir de 1945, incluyó a Fernando de los Ríos como ministro de Estado, cargo del que, sin embargo, dimitió un año más tarde, en marzo de 1946, por su posición contraria a formar parte de un gobierno que incluyó en esa fecha al Partido Comunista de España. Durante sus últimos años de vida, fue representante de la República en la ONU.
(Llamada la Quintrala; Santiago, 1605 - 1665) Terrateniente chilena. Perteneciente a la rica familia de los Lisperguer, ha pasado a la tradición popular como una especie de Lucrecia Borgia colonial. Se le atribuyen numerosos asesinatos, entre ellos el de su padre, algunos de sus amantes y esclavos e indios de encomienda, a los cuales martirizaba. Célebre por sus crímenes y crueldades, su figura ha pervivido en la cultura popular chilena como símbolo de la perversidad y de la opresión colonial y ha inspirado numerosas creaciones literarias, teatrales y cinematográficas
Conocida como "La Quintrala", Catalina de los Ríos pertenecía a una poderosa familia encomendera de Santiago. Tenía ascendencia alemana e indígena por línea paterna. Al quedar huérfana de madre, fue criada por su abuela. Se dice que el nombre de "Quintrala" proviene del hecho de que su padre la llamaba "Catrala" de pequeña. Desde muy joven se manifestaron sus instintos sanguinarios. En 1623 asesinó a su progenitor poniéndole veneno en la comida.
En La Quintrala (1955), de Hugo del Carril, Ana
María Lynch encarnó a la perversa terrateniente
Fue asimismo encausada por la muerte de Enrique Enríquez de Guzmán, caballero de la Orden de San Juan que la pretendía en matrimonio: enojada por tal pretensión encomendó a un esclavo que lo matara a palos; el esclavo recibió pena de muerte y a ella se le impuso una multa en dinero. Se concertó su matrimonio con el soldado Alonso Campofrío y Carvajal, quien no poseía bienes, pero recibió una dote muy importante, que incluía una hacienda en La Ligua. Allí vivió la pareja y allí La Quintrala cometió una serie de crímenes, en muchos de los cuales su marido fue cómplice: entre ellos el del cura doctrinero de los indios, quien con seguridad defendió a los indígenas de los malos tratos de su ama. La servidumbre fue también objeto de sus crueldades: castigos con el látigo, en el cepo y diversas torturas, sin importar la edad y el sexo.
Tras largos años de impunidad, pese a las demandas de justicia del obispo Salcedo, se envió una misión secreta que investigó y encontró fundamentos suficientes para juzgarla. Sometida a proceso en la Real Audiencia de Santiago en 1660, el juicio duró cuatro años, pues usó sus influencias para dilatar el proceso. Fue acusada de 14 asesinatos (de los 39 que se investigaron), y se la condenó a pagar 1.000 pesos por cada negro y 500 pesos por cada indio. Un año después del juicio murió.
De mentalidad enfermiza y contradictoria, La Quintrala era devota del Cristo de la Agonía que existía en la iglesia San Agustín. En su testamento pidió ser enterrada vistiendo los hábitos agustinos en dicho recinto. Donó 6.000 pesos para costear una procesión anual el 13 de mayo (el día en que se recordaba al Señor de Mayo y el terremoto de 1647) de forma perpetua, por la expiación de sus pecados, además de otras sumas para celebrar misas en sufragio de su alma y de las almas de los indios encomendados que maltrató