Compositor italiano. Situado cronológicamente entre los últimos grandes representantes de la ópera napolitana (Cimarosa y Paisiello) y los primeros de la romántica (Bellini y Donizetti), Rossini ocupa un lugar preponderante en el repertorio lírico italiano gracias a óperas bufas como Il barbiere di Siviglia, La Cenerentola o L’italiana in Algeri, que le han dado fama universal, eclipsando otros títulos no menos valiosos.
Hijo de un trompetista del municipio de Pésaro que colaboraba con las orquestas de los teatros de la provincia, y de una soprano que llevó a cabo una corta carrera como seconda donna, la existencia de Rossini se vio ligada, desde la infancia, al universo operístico. Alumno del Liceo Musical de Bolonia desde 1806, en esta institución tuvo como maestro de contrapunto al padre Mattei y entró en contacto con la producción sinfónica de los clásicos vieneses, Mozart y Haydn, que ejercerían una notable influencia en la fisonomía instrumental de sus grandes óperas, de una riqueza tímbrica y de recursos (los célebres y característicos crescendi rossinianos) desconocidos en la Italia de su tiempo.
Tras varias óperas escritas según el modelo serio (Demetrio e Polibio, Ciro in Babilonia), ya en decadencia, y bufo (La cambiale di matrimonio, L’inganno felice), sin excesivas innovaciones, el genio de Rossini empezó a manifestarse en toda su grandeza a partir de 1813, año del estreno de Il signor Bruschino.
Dotado de una gran facilidad para la composición, los títulos fueron sucediéndose uno tras otro sin pausa (llegó a estrenar hasta cuatro obras en el mismo año). En París, ciudad en la que se estableció en 1824, compuso y dio a conocer la que iba a ser su última partitura para la escena, Guglielmo Tell (1829). A pesar de su éxito, el compositor abandonó por completo –cuando contaba treinta y siete años y por razones desconocidas– el cultivo de la ópera
(Giovanni Battista di Iacopo de Rossi, Florencia, 1494-París, 1540) Pintor italiano. De su producción florentina destaca La Asunción en la Santissima Annunziata (1517), el Descendimiento de la Cruz y Moisés y las hijas de Jetró, pieza única que evidencia la influencia de Miguel Ángel. Durante su estancia en Roma realizó los frescos de la Creación de Eva y el Pecado original (1524) y, tras el saqueo de la ciudad, se refugió en Borgo Sansepolcro y Arezzo (La cruz a cuestas), observándose un cambio en su pintura, más oscura e inquietante. Tras una etapa en Venecia, marchó a Francia (1530) requerido por Francisco I para dirigir las obras decorativas de Fontainebleau; destaca la decoración caprichosa y elegante de la galería de Francisco I con frescos y marcos de estuco; a esta época también corresponde otra de sus obras maestras, la Piedad (Louvre). Rosso manifestó su temperamento atormentado en composiciones de gran dinamismo plástico, con figuras agitadas y violentas y colores fríos e insólitos, que lo convierten, junto con Pontormo, en una de las principales figuras del manierismo toscano