Barítono español. Debutó en el Liceo de Barcelona (1964) y tres años más tarde en la Scala de Milán. Cuenta con un amplio repertorio de interpretaciones (Mozart, Rossini, Gounod, Verdi), aunque ha destacado especialmente en las de Bellini y Donizetti
(París, 1831-1908) Dramaturgo francés. La familia de su padre procedía de Provenza, región en la cual permaneció Victorien cuando niño por razones de salud; allí se dedicó a la lectura de numerosas novelas de toda suerte. Los paseos con su padre por las calles de la capital despertaron en su espíritu el gusto de la historia, y el afán de situar nuevamente en los viejos barrios de la ciudad a personajes ya desaparecidos y acontecimientos lejanos en el tiempo.
Estudiante de Medicina por voluntad de los suyos, abandonó pronto la carrera, atraído por su irresistible vocación teatral. Antes de llegar a la escena compuso veinticuatro comedias que presentó infatigablemente a actores y directores de teatro, sin desalentarse por las continuas negativas. El 1.º de abril de 1854, finalmente, fue representada La taverne des étudiants, ruidoso fracaso al cual contribuyeron sobre todo los estudiantes. Sin embargo, Sardou no perdió las esperanzas, y, por fin, conoció un éxito con Les premières armes de Figaro (1859), llevada a la escena por la célebre Déjazet.
Siguieron Patas de mosca (1860), bien acogida luego del triunfo de Nos intimes (1861), comedia que fue representada incluso en la corte, La maison neuve, Nos bons villageois (1866), ¡Patria! (1869), Fernande (1870), Rabagas (1872), Ferréol (1875), Dora (1877), Divorciémonos (1880), Odette (1881). En 1882 Sarah Bernhardt, la actriz más célebre de la época, pasó a ser la principal de sus intérpretes.
Después de las mencionadas aparecieron en los escenarios tres producciones muy famosas (adaptadas, además, para la escena lírica): Fedora (1882), Tosca (1887) y Madame Sans-Gêne (1893). En esta última, considerada su obra maestra, el autor muestra felizmente su amor a la historia y reduce a unas proporciones cotidianas y familiares el personaje de Napoleón.
En sus numerosas composiciones, Sardou, hasta cierto punto continuador de la técnica de Scribe, revela una gran habilidad técnica. Ardiente admirador de Balzac, amaba los episodios domésticos intrincados, las situaciones complicadas y la presencia de muchos personajes en la escena, en un intento de imitación de la realidad. Se le dirigieron acusaciones de plagio o de apropiación de ideas ajenas, ataques en su mayoría procedentes de escritores desconocidos: a ello respondió el autor con el ingenioso libro Mes plagiats (1883).
Con todo, junto con la aprobación de públicos de todo el mundo, no le faltó el juicio favorable de inteligentes literatos: así, por ejemplo, el del exigente Becque, comediógrafo de extensa y agitada actividad. Fue miembro de la Academia de Francia, y vivió y escribió habitualmente en su hermosa villa de Marly, no lejos de la residencia de Dumas hijo; el autor de La dama de las camelias fue uno de sus huéspedes más fieles.
Contrajo matrimonio dos veces. Primeramente se casó con una actriz que llevaba por nombre de arte el de Laurentine Léon (el verdadero, perteneciente a un linaje noble, era Moisson de Brécourt) y pronto le dejó viudo; diez años después de su muerte, celebró segundas nupcias con una de las hijas de E. Soulié, conservador del Museo de Versalles. Tuvo cuatro hijos. Los grandes y correspondidos afectos de su existencia, larga y tranquila, fueron la familia y el teatro. Espíritu sociable, agudo y bondadoso, ayudó siempre, con ánimo de "confrère", a los jóvenes o a los colegas menos afortunados