Político y jurisconsulto italiano, considerado uno de los más insignes juristas italianos de su época. Fue el fundador de la moderna escuela romanista italiana y el maestro de generaciones enteras de juristas. Era hijo de Antonio Scialoja, economista y político italiano que llegó a ser ministro del gobierno italiano. Estudió derecho en la Universidad de Roma. Tras licenciarse en 1878 obtuvo plaza como profesor suplente en la Universidad de Camerino, la cual abandonó en 1880 para pasar a ocupar el mismo puesto en la Universidad de Siena, en la que obtuvo en 1883 un plaza de profesor titular.
Un año después fue nombrado catedrático de derecho romano en la Universidad de Roma, cargo que mantuvo hasta su muerte. Fundó en 1888 el Instituto de Derecho Romano, desde el que promovió la publicación del Boletín de dicha sociedad. Scialoja ingresó en 1894 en el Consejo Supremo de Instrucción Pública. Hizo su entrada en la política local italiana cuando en 1891 fue elegido concejal de la ciudad de Roma.
En 1904 efectuó el salto hacia la vida política nacional, cuando obtuvo un escaño en el Senado. En 1909 ocupó la cartera de Justicia del gobierno presidido por Sonnino, cargo que desempeñó hasta marzo de 1910. Durante la Primera Guerra Mundial estuvo al frente del Departamento de Propaganda. Entre 1916 y 1917 fue ministro sin cartera del gobierno italiano, lo que daba más importancia su labor al frente del Departamento de Propaganda.
Una vez finalizada la contienda fue puesto al frente del ministerio de Asuntos Exteriores italiano, en el que permaneció desde el otoño de ese año hasta junio de 1920. Desde su puesto siguió las consignas del primer ministro Nitti, mostrando una actitud moderada hacia las potencias derrotadas en la Guerra Mundial y prudencia en las reclamaciones territoriales efectuadas a Yugoslavia.
Scialoja trató de potenciar el comercio exterior de Italia con las principales potencias económicas del mundo. Como ministro de Asuntos exteriores acudió a las reuniones de la Conferencia de Paz de París, formando parte de la comisión encargada de redactar los estatutos del la Corte Permanente de Justicia Internacional. También fue miembro de la comisión que nueve años después modificó dichos estatutos. Entre 1925 y 1929 fue el representante del gobierno italiano en la Asamblea y en el Consejo de la Sociedad de Naciones.
En 1925 fue uno de los firmantes de los Tratados de Locarno. Sabedor de la necesidad de mantener la paz internacional, apoyó el funcionamiento de la Sociedad de Naciones, a la que consideraba el elemento indispensable para que el mundo se mantuviese en paz. Participó en la organización del organigrama de la Sociedad y a definir su sistema jurídico. Scialoja llevó ante la Sección Económica de la Sociedad de Naciones el debate sobre los crecimientos socioeconómicos desiguales existentes en el mundo.
En 1928 contribuyó a la fundación de Instituto Internacional para la Codificación de la Ley. Scialoja fue uno de los intelectuales italianos que vio con buenos ojos el establecimiento del fascismo, escribiendo numerosas loas hacia Benito Mussolini. Pensaba que la política de este último permitiría a Italia situarse al frente de Europa.
Escribió a lo largo de su vida numerosas obras sobre temas jurídicos, especialmente centrados en el derecho romano antiguo, aunque también trató el tema del derecho civil moderno. Entre sus libros destacaron Sopra il precarium (1878), Nuova collezione dell "Disensiones dominorum" (1898), Studi giuridici (1932-36) e Istituzioni di diritto romano (1934). Realizó una edición de la obra de Anselminus de Orto titulada Juris civilis instrumentarum (1892) y efectuó una traducción al italiano, a la que acompañó de numerosos comentarios críticos, de la oración de Demóstenes contra Callicles, que fue publicada en 1890 en Atti de la Academia de Turín. En 1900 dirigió en Milán la publicación del Diccionario práctico del derecho privado
(Racalmuto, 1921-Palermo, 1989) Narrador y político italiano que defendió en sus novelas y ensayos la moral de la razón frente a la desintegración y el caos propugnados por la mafia o el terrorismo italianos
No desdeñó ni la opinión (como puso de manifiesto en El caso Aldo Moro, donde reflexionaba sobre el secuestro del presidente de la Democracia Cristiana) ni la participación política directa: fue diputado del partido Radical entre 1979 y 1983. Su posición de intelectual comprometido no tuvo una representación literaria torpe o dogmática. Por el contrario, utilizó una escritura de tipo clásico para iluminar con precisión extrema ciertas zonas de la realidad.
Las parroquias de Regalpetra (1956), vinculada a la tradición del neorrealismo y de la literatura meridional, fue la primera novela que despertó un interés nacional. Al igual que los relatos de Los tíos de Sicilia (1958 y 1961) eran documentos ficticios de un imaginario rincón de Sicilia. Como subrayó más tarde, estos textos fundaron una indagación sobre "la historia de una progresiva desaparición de la razón y la historia de aquellos que fueron convulsionados y aplastados por ese ocaso del pensamiento".
Sciascia utilizó las formas de la novela negra para desentrañar el asesinato del sindicalista comunista Miraglia en El día de la lechuza (1961), primer relato donde la mafia se representa como una organización socio-económica dentro del Estado, y en A cada cual lo lo suyo (1966). Proceso y enjuiciamiento de una realidad que le llevó a decir: "Odio, detesto Sicilia en la misma medida que la amo". La indagación histórica y las falsificaciones e imposturas del pasado dan forma a El consejo de Egipto (1963) y también a Muerte del inquisidor (1964), personaje que reaparece, junto con los horrores del sistema de castigos, en los relatos ensayísticos de La cuerda de los locos (1970).
La realidad italiana metafórica o directa aparece en El contexto (1971) y Todo modo (1974), novelas donde se combina la pérdida de la racionalidad con las complejidades barrocas originadas en los trágicos y oscuros acontecimientos de la década de 1970. Inspirado en Voltaire, escribió Cándido o un sueño siciliano (1977), suerte de autobiografía intelectual en la que propone algunas soluciones racionales a las tinieblas y expresa su desencanto de las formas políticas tradicionales.
No menos interesantes resultan los ensayos que dedicó a la memoria de ciertos personajes y hechos notables: Atti relativi alla morte de Raymond Roussel (1971), que se suicidó en Palermo en 1933, o Los navajeros (1976), sobre un complot urdido en 1862; o los relatos cortos de corte policiaco como La desaparición de Majorana (1975), sobre la extraña ausencia de un físico. Sus últimas obras importantes fueron 1912+1 (1986) y El caballero y la muerte (1989), basado en un grabado de Durero y donde, a modo de testamento, analiza la experiencia de la muerte