Sultán turco otomano. Hijo y sucesor de Selim I, Solimán emprendió desde muy joven campañas militares encaminadas a ampliar el Imperio. En 1521 invadió Belgrado, y esa misma década hizo lo propio con la isla de Rodas y Hungría, para iniciar en 1529 una campaña contra Viena. Derrotado por las tropas del emperador Carlos I tuvo que levantar el asedio y firmar un tratado de paz con Austria en 1533. Intentó entonces conquistar Persia y consiguió tomar Tabriz y Bagdad. No obstante, la resistencia opuesta por los persas le llevó a una guerra que se perpetuaría durante todo su reinado. En 1555, tras reprimir una intentona sediciosa de su primogénito Mustafá, firmó una tregua con los persas, y en 1562 un tratado de paz con Austria, contra la que había reemprendido las hostilidades. El Imperio otomano conoció su máximo esplendor bajo su gobierno, no sólo por la solidez de la organización administrativa y militar, sino por la ampliación de sus fronteras a su máxima extensión y por el hecho de que Estambul se constituyó en un brillante centro intelectual
(Estambul, 1642-Edirne, actual Turquía, 1691) Sultán otomano. Sucedió a su hermano Mehmet IV en 1687, después de que éste fuera depuesto por las tropas tras la derrota de Mohács y la pérdida de Buda.
El rápido desarrollo alcanzado por el Imperio Otomano durante la época de Solimán I el Magnífico se debió principalmente a la debilidad de los países vecinos y al carácter imperialista de la política de este sultán. Sin embargo, con sus sucesores la tendencia se había ido invirtiendo hasta llegar a un proceso de deterioro del Imperio, que se acentuó en tiempos de Mehmet IV.
Durante los primeros años del sultanato de Solimán II, la decadencia militar fue ya dramática, y los desastres se sucedieron. En 1688, las tropas otomanas tuvieron que ceder Belgrado; en 1689, fueron vencidas en Nis por Luis de Baden, y también se perdieron plazas en Serbia y Dalmacia. Surgieron guerrillas en Anatolia, un territorio cuyos notables locales se sirvieron del hondo resentimiento de los campesinos turcos contra el gobierno central de Estambul para forzar el levantamiento.
A partir de 1690 la situación empezó a mejorar, gracias a la elección como gran visir de Mustafá Köprülü, cuyo inmenso poder sólo estaba limitado por la voluntad del monarca. Gracias a la contribución de Mustafá Köprülü, Solimán II pudo reorientar su política y afirmar su autoridad sobre la mayoría de las provincias, dominadas por caudillos locales despóticos, pese a lo cual el pueblo los prefería a los corruptos funcionarios otomanos.
Sin embargo, tales medidas sólo tuvieron un efecto momentáneo, ya que operaron sobre las consecuencias de la decadencia del sistema antes que sobre las causas que la provocaban. Con todo, Solimán II pudo reconquistar, con ayuda de los tártaros, Belgrado y Nis, pero al cabo de un año fue vencido y muerto