Escultor danés. Es, junto con Canova, el gran maestro de la escultura neoclásica. Fue hijo de un escultor en madera y se formó durante cinco años en la Academia Real de Copenhague. En 1797 se estableció en Roma, ciudad que se había convertido en la cuna del neoclasicismo y en la que trabajaban algunos de los más insignes representantes de esta corriente. Thorvaldsen se identificó de tal modo con este ambiente artístico y cultural que en lo sucesivo consideró la fecha de su llegada a Roma como un segundo nacimiento.
En 1803, la estatua de Jasón, inspirada en el Doríforo de Policleto, le reportó una fama que no haría sino aumentar en el futuro. La multitud de encargos que recibió de los principales comitentes de la época le obligó a contar con gran número de ayudantes, en muchos casos verdaderos autores de las obras a partir de modelos ideados por él. Se dedicó con similar fortuna a la estatuaria, el busto, el relieve y la escultura monumental, siempre con el deseo de revivir la grandeza de la escultura griega.
Como los escultores de la Grecia clásica, basó sus obras en un canon abstracto, en un ideal de belleza desvinculado de la realidad, que dio origen a un idealismo artístico de considerable influencia. Sin embargo, a causa de su carácter frío y excesivamente racional, sus obras no han gozado de demasiada aceptación en las épocas históricas más proclives a la exaltación de los sentimientos.
Destacan, entre otras, la decoración de la iglesia de Nuestra Señora de Copenhague, la tumba de Pío VII en la basílica de San Pedro de Roma y el monumento a Lord Byron en el Trinity College de Cambridge. En 1838 regresó definitivamente a Copenhague, donde fue recibido como una gran autoridad artística y donde, después de su muerte, se le dedicó un museo que reúne una buena representación de sus trabajos
(Lyon, 1859-Grenoble, 1930) Geólogo francés. Ingeniero y profesor de la Escuela de Minas de París, dirigió el Servicio del Mapa Geológico de Francia. Realizó un importante estudio de la estructura geológica de los Alpes, que presentó en el Congreso Internacional de Geología celebrado en Viena en 1903 y que le valió ser considerado como uno de los fundadores de la tectónica moderna. Escribió diversas obras, entre las que destacan El gozo de conocer (1926) y La vocación del sabio (1927)