Político español. En 1661 contrajo matrimonio en Madrid con Ambrosia de Ucedo, a la sazón dama de honor de Mariana de Austria, unión que le valió el nombramiento de caballerizo real. Tras la muerte de Felipe IV se convirtió en el confidente de la reina viuda, gracias a lo cual acumuló un gran poder (fue apodado en su época «el duende de palacio») y se granjeó, entre otras, la enemistad de Juan José de Austria. En 1671 fue nombrado Caballero de Santiago, y dos años más tarde ascendió a primer caballerizo. A pesar de la animadversión que le profesaba la aristocracia, la reina lo mantuvo a su lado y en 1676 lo nombró gentilhombre con precedencia sobre todos sus pares, grande de España y primer ministro. En 1677 fue detenido por orden de Juan José de Austria, procesado y condenado a un destierro de diez años en Filipinas. Transcurrido este tiempo, en 1689, se trasladó a Nueva España, donde residió hasta su muerte
(Juan Valera y Alcalá Galiano; Cabra, 1824 - Madrid, 1905) Escritor y crítico español cuya obra se inscribe en una corriente esteticista opuesta al realismo naturalista. Político y diplomático, fue un hombre culto y refinado, cuyo hedonismo no estuvo desvinculado de sus numerosas aventuras amorosas e incluso de su tardío y desgraciado matrimonio con Dolores Delavart, a la que doblaba en edad. Se inició como teórico literario con Ensayos literarios (1844), libro que fue destruido casi en su totalidad, y con críticas y recensiones en diversos diarios y revistas españoles e hispanoamericanos.
En éstos también escribió cuentos y novelas por entrega, pero su entrada definitiva en la narrativa se produjo tardíamente, cuando dio a conocer Pepita Jiménez (1874), la novela española más popular del siglo XIX, en la que, no obstante sus notas costumbristas y su temática amorosa de corte romántico, concretó literariamente sus posturas antirrealistas, sus inquietudes formales, y su voluntad de definir una prosa y un estilo depurados.
Más tarde dio a conocer Las ilusiones del doctor Faustino (1875), publicada por entregas, El comendador Mendoza (1877), Pasarse de listo (1878), Doña Luz (1879), y tras un largo paréntesis y ya afectado por una progresiva ceguera, Juanita la larga (1896), también publicada anteriormente por entregas, y Morsamor (1899). Su dominio de una depurada técnica narrativa le permitió valerse de recursos expresivos que ampliaron los registros temáticos de sus novelas, consideradas en sí mismas "cuentos rosas" por algunos críticos.
De hecho, como apuntó José F. Montesinos, "sentía cierto menosprecio por esas obras de imaginación o de entretenimiento, como las llamó, que siempre le parecieron sacadas de quicio cuando acogían problemas arduos o se hacían eco de cuestiones ajenas al puro goce estético". En el caso de Pepita Jiménez, el recurso epistolar para narrar la historia rosa le permitió abrir otros puntos de vista, entre los cuales el del narrador marca un irónico y crítico distanciamiento, que acentuaba su idea básica de que toda obra de arte debía aspirar por principio a la belleza. De ahí que cargara contra la "indecencia docente y humanitaria" de los naturalistas.
También atacó las formas retóricas de los "nuevos filósofos y políticos", aunque él mismo escribió cuentos filosóficos al modo de Voltaire, como El pájaro verde (1860), y La buena fama (1894). Para algunos historiadores de la literatura española, su verdadera importancia hay que buscarla como ensayista, en particular en libros como De la naturaleza y carácter de la novela (1860), cuya publicación precedió su ingreso en la Real Academia Española, y, sobre todo, Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1886-1887). En esta última obra confrontó su tesis con las de E. Pardo Bazán y de otros naturalistas, y abogó por un arte narrativo comprometido con la "verosimilitud artística" y, consecuentemente, desvinculado de toda ideología o fidelidad a la realidad social