Familia de actores de teatro españoles.
Antonio debutó en Valencia (1865) y en 1871 se unió a la compañía del Teatro Español de Madrid, asociándose más tarde con R. Calvo. Destacó en el teatro clásico y romántico. En 1897 se trasladó a América, muriendo en la pobreza.
Antonio (Santiago de Chile, 1903-Madrid, 1972), junto a su esposa, C. Carbonell, C. Catalá y M. González, formó un grupo, conocido como los cuatro ases, de gran éxito en la comedia. Posteriormente alternó teatro y cine (Mi tío Jacinto, L. Vajda, 1956)
(Nápoles, 1668-id., 1744) Filósofo italiano. De origen humilde, fue la suya una formación principalmente autodidacta. Inició estudios de medicina, que enseguida abandonó para seguir la carrera de derecho en Nápoles, y trabajó en Valtolla como preceptor de los hijos del marqués Rocca, con cuya hija mantuvo una relación que ambos hubieron de ocultar celosamente. Muerta ella a los veintidós años, en 1699 Vico casó finalmente con Teresa Destito, una amiga de la infancia de escasa cultura, con quien tuvo ocho hijos. En el mismo año ingresó en la Universidad de Nápoles como profesor de retórica.
En este ámbito académico fue donde esbozó los principios de su pensamiento filosófico, con motivo de los discursos inaugurales que cada año tenían que pronunciar los profesores. Las exposiciones de los primeros años siguen la línea de sus diversas lecturas filosóficas de juventud, en especial del cartesianismo, aunque en su séptimo discurso, pronunciado en 1708, apunta ya un cambio en su punto de vista filosófico: en el Análisis de los estudios de nuestro tiempo, editado por el autor en 1709 y reelaborado con posterioridad, realiza una original toma de posición respecto a la cultura europea.
Al año siguiente publicó la Sabiduría primitiva de los italianos, obra en la que desarrolló las primeras líneas de su metafísica, cuya versión definitiva fue elaborando en Derecho universal. Según Vico, el cogito cartesiano no informa sobre la esencia del hombre, sino que sólo aporta la conciencia del hecho de su existencia. Como la ciencia corresponde a un saber por causas, sólo Dios puede acceder a la ciencia general, quedando el hombre circunscrito al saber de aquello que es causado por él mismo: las matemáticas y la historia.
A partir de aquí, Vico desarrolla y sistematiza su «nueva ciencia», que expuso definitivamente en la obra conclusiva de su filosofía, los Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones (1725). La historia, manifestación factual de la naturaleza humana, es en apariencia un caos de hechos sin un sentido claro, que remite, sin embargo, a una historia eterna e ideal (al modo platónico) a la que queda reducida en esencia y de la cual participa en virtud de la Providencia, garante del orden eterno.
Este orden se resume en tres etapas cíclicas que determinan siempre e inevitablemente el acontecer histórico. Estas tres etapas, que se suceden eternamente y se materializan en los distintos momentos históricos por los que pasan todas las naciones, son: la edad de los dioses, dominada por una visión teocrática y sacerdotal del mundo y la vida; la edad heroica, en la cual reinan la violencia y la arbitrariedad dentro de un pensamiento caracterizado por la fantasía y la imaginación; y la edad humana, etapa moderada en la que se impone un punto de vista racional que conduce a la reflexión filosófica.
Cada una de ellas tiene sus propias formas prefijadas de comportamiento y desarrollo, que indefectiblemente se traspasan a las distintos tipos de gobierno y organización que surgen en cada momento histórico. La historia se entiende, de este modo, como un continuo renacer de las naciones, que van, de la crisis última que acaba con la edad humana, a una nueva instauración de la edad divina.
La filosofía de Vico, en que lo real alcanza una complejidad sobre la cual es imposible actuar según criterios de claridad y evidencia, desempeñó un papel relevante en el romanticismo, y prefigura, con su descubrimiento de lo histórico, temas de la filosofía kantiana y hegeliana. Incomprendido en su época, dominada por un punto de vista cartesiano, su contribución filosófica no le ayudó, sin embargo, a mejorar su situación económica y social, como tampoco le reportó ningún reconocimiento académico, y acabó los últimos años de su vida como profesor de retórica en Nápoles, obligado a recurrir, con frecuencia, a dar clases particulares para ganarse la vida