Poeta y compositora argentina que renovó el modo de abordar la literatura infantil en lengua castellana y cambió sus parámetros, despojándola de un propósito didáctico.
A partir de 1945 publicó poemas y notas en las revistas El Hogar, Sur y en los diarios La Nación, Clarín y La Razón. En 1948 egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes y fue invitada a Estados Unidos por el poeta español Juan Ramón Jiménez. Entre 1952 y 1956 residió en París, donde compuso canciones infantiles y folclóricas. Ya en Argentina realizó programas de televisión para niños y adultos, recorrió el norte del país cantando con Leda Valladares y estrenó espectáculos teatrales para niños.
María Elena Walsh
Poetisa precoz, con sólo diecisiete años publicó su primer libro de poemas, Otoño imperdonable, marcado por las tendencias dominantes de la generación del cuarenta. En sus libros posteriores (Baladas con Ángel, 1952; Hecho a mano, 1965), Walsh mantuvo las características formales de su primer libro, tales como los versos medidos y las estrofas rimadas, pero fue virando la temática, confesional e intimista, hacia una más atenta al lenguaje coloquial y la realidad externa, tal como se pone de manifiesto en poemas como "Carta de recomendación", "Solicitud de empleo", "Rechazando una invitación a ir al cine o participar en cualquier otra actividad mundana" o "Eva"
Luego de una recordada experiencia televisiva a finales de la década de 1950, en la que dio a conocer sus personajes Doña Disparate y Bambuco, estrenaría en Buenos Aires el espectáculo para chicos Canciones para mirar, compuesto por una serie de canciones, poemas y cuentos breves que luego fue publicando tanto en libros -Tutú Marambá (1960), El reino del revés (1965), Zoo loco (1965), Dailan Kifki (1966), Cuentopos del Gulubú (1966) y Versos tradicionales para cebollitas (1967)- como en discos: Canciones para mirar (1963), Canciones para mí (1963), En el país de Nomeacuerdo (1967), Juguemos en el mundo (1968) y Cuentopos (1968), entre otros. La pintora Norah Borges, hermana del afamado escritor Jorge Luis Borges, ilustró alguno de sus libros
La obra para chicos de Walsh, basada en las nursery rhymes inglesas, pero también en las coplas españolas, en la utilización de la rima como juego y en el disparate conceptual, se encuentra en la base de la formación intelectual, cultural y afectiva de por lo menos cuatro generaciones de argentinos. Sin duda, buena parte del enorme prestigio intelectual y moral que ha llegado a tener María Elena Walsh debe su origen a esta magnífica obra para chicos, que pertenece ya a la categoría de clásico indiscutible de la cultura argentina.
María Elena Walsh es también autora de un libro de memorias, Novios de antaño, de la recopilación de artículos País jardín de infantes (1990) y del libro de lectura Aire libre (1967). Ha sido galardonada y homenajeada en reiteradas ocasiones y en distintos ámbitos: obtuvo el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) y el Premio del Fondo Nacional de las Artes. Es doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Córdoba y Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires; la embajada de Polonia la condecoró con la Orden de la Sonrisa
(Nueva York, 1892 - Los Ángeles, 1981) Director de cine estadounidense. Si algo destaca del legado de Raoul Walsh en la historia del cine es el haber sabido trasladar a las pantallas el sentido de la aventura en su más amplia acepción. Una aventura de la que él mismo participaría, y que luego vertió a través de géneros clásicos como el western, el cine negro o el drama marítimo, configurando una extensa obra creativa que permanece en la memoria de los aficionados y que ha hecho las delicias de varias generaciones
Interesado desde pequeño por las novelas ambientadas en parajes exóticos, ni siquiera había terminado los estudios primarios cuando decidió embarcar en una nave rumbo a Cuba. Más tarde, en 1903, trabajaría como domador de caballos en México y desempeñó otros muchos oficios cerca de la frontera de Texas, hasta que su hermano George, convertido en un prometedor intérprete cinematográfico, le reclamó a su lado para sumergirse en la aventura pionera que estaba desarrollándose en la soleada Hollywood.
De este modo tan peculiar Raoul Walsh hizo sus primeras apariciones como actor para Pathé y Biograph, que a partir de 1910 simultaneó con la responsabilidad de ayudante de dirección nada menos que de David Wark Griffith, interviniendo en auténticas obras maestras como El nacimiento de una nación. The life of General Villa fue el filme que le dio a conocer. Gracias a su espíritu aventurero, que no le abandonaría nunca a lo largo de su vida, marchó a México para rodar algunas escenas documentales sobre la revolución y entrevistarse con el mítico General Pancho Villa. Este valioso material fue utilizado posteriormente en el largometraje realizado en 1914 por William Christy Cabanne, quien reconoció los indudables méritos de su asistente haciéndole figurar como codirector
Títulos como El mosquetero de Nueva York o Perdida y encontrada le hicieron merecedor de una reputación de cineasta con oficio, versátil y siempre atento a satisfacer al público con películas donde la aventura y la fantasía eran la marca de la casa. No tardarían, pues, en llegar los proyectos de envergadura, primero para la Fox y luego para United Artists, una compañía productora creada por ilustres personalidades del cine entre los que se encontraba su mentor David Wark Griffith. Así, en 1924 Douglas Fairbanks le propone convertirse en el director de una película que por motivos de distribución debía rodarse a la mayor brevedad posible, sin que por ello disminuyese el ritmo o la plasticidad: El ladrón de Bagdad.
Inspirado muy libremente en varios cuentos de Las mil y una noches, el guión de este largometraje dejaba espacio para el gran espectáculo, habitual para un Fairbanks que ya había protagonizado un vasto repertorio de piratas, espadachines o acrobáticos ladronzuelos. Enormes decorados y multitud de extras se dieron cita en un filme de fabuloso éxito en las taquillas y que supuso el espaldarazo definitivo para Raoul Walsh.
Su extraordinario sentido del ritmo, fundamental en cualquier película pero muy especialmente en las de aventuras, volvió a mostrarse con toda su intensidad durante el periodo mudo, a través de géneros tan diversos como la fantasía oriental (La dama del harén), el film bélico (El precio de la gloria) o el melodrama (Los amores de Carmen). Culminando todo ello en La frágil voluntad, protagonizada por Gloria Swanson y que a duras penas consiguió sortear las férreas normas de censura que se estaban introduciendo en el mundo del cine de la mano de Will Hays, creador del famoso código que toma su apellido
Esta avalancha de sucesivos éxitos le llevó a experimentar de forma pionera las nuevas técnicas sonoras, que se presumían como el futuro del cine, en El mundo al revés y, sobre todo, con En la vieja Arizona. Este último título prometía ser la obra máxima de su carrera como realizador, pero un desgraciado accidente de automóvil poco antes de la finalización del rodaje le dejó tuerto y hubo de ser sustituido sobre la marcha por Irving Cummings
Su retorno se produciría por la puerta grande apenas unos meses después con la monumental La gran jornada, proyecto faraónico en el que hubieron de afrontarse innumerables problemas de todo tipo. La responsabilidad de protagonizarla cayó sobre las espaldas de un completo desconocido: John Wayne. Western sobre la búsqueda de un sitio donde trabajar aunque eso suponga enfrentarse a la aventura, recreaba la titánica lucha del pueblo norteamericano por conquistar territorios salvajes
Contratado por la 20th Century Fox como uno de sus directores estelares, abrió una nueva línea temática con El arrabal, ambientada en el mundo de los gángsters, donde violencia, miedo, ambición y peligro formaban parte de lo cotidiano. The Roaring Twenties, con Humphrey Bogart y James Cagney, supondría en ese sentido la culminación de esta tendencia, con su espeluznante retrato de unos años veinte en los que habían imperado el tráfico de alcohol, la prostitución y el crimen organizado. Bogart acabaría siendo una presencia habitual en posteriores películas de Walsh, llevándole hasta la cumbre de su fama mediante filmes como La pasión ciega o El último refugio
Murieron con las botas puestas, sobre la matanza de las tropas del general Custer ejecutada por los indios, marcó su regreso a la superproducción. No obstante, los continuos roces con el protagonista, Errol Flynn, estuvieron a punto de llevar al fracaso esta historia de leyenda, filmada con sincero lirismo y ritmo trepidante, que acabó siendo uno de los mayores éxitos de su carrera y un mito para los aficionados al género
El estallido de la Segunda Guerra Mundial provocó que Raoul Walsh pusiese en marcha una trilogía de films (Desperate Journey, Northern Pursuit y Uncertain Glory) de alto contenido ideológico y concebidos como arma de combate frente a la barbarie nazi. Tendencia que encontrará su magnífico colofón en Objetivo Birmania, donde se reproducía con toda la épica posible los combates del frente aliado contra las tropas japonesas. Auténtico alarde de espectacularidad llevada con ritmo generoso, pocas veces la guerra ha sido mostrada con tanta angustia y sentido físico: sudor, gritos, junglas selváticas y zonas pantanosas conviven en una película donde el actor Errol Flynn alcanzó una de las cumbres interpretativas de su carrera.
Juntos hasta la muerte volvería a situar a Raoul Walsh como uno de los mayores directores de la industria cinematográfica y cuya versatilidad seguía sorprendiendo a todo el mundo. De hecho, a este western le seguirían estupendas incursiones en el género negro (Al rojo vivo) o en el cine de aventuras torrenciales (El hidalgo de los mares)
Pero los tiempos comenzaban a cambiar, y la narrativa clásica iba a ir dejando paso a otros modelos más acordes con las rupturas que defendían las nuevas generaciones. En ese sentido, Tambores lejanos puede considerarse un primer y excelente canto de cisne donde retornaba a los terrenos selváticos, aunque en este caso bajo la apariencia de western, un género que seguiría cultivando con especial predilección a través de títulos como Historia de un condenado, Fiebre de venganza, Rebelión en el fuerte o Los implacables, donde sus héroes exploraban los límites de la frontera a través de duelos, tiroteos en las calles y ambientes turbulentos. El broche de oro lo pondría con su último film, Una trompeta lejana, mirada crepuscular sobre un universo mítico en trance de desaparición y donde Raoul Walsh había alcanzado sin duda sus mayores logros