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Biografía de Yahya I

Abu Zakariyya Yahya

Primer emir de Túnez (1229-1249) perteneciente a la Dinastía hafsí, que reinó en la antigua provincia musulmana de Ifriqiya (actual Túnez) hasta el año 1574, cuando la región cayó en manos del Imperio otomano. Era nieto de Abú Hafsí Omar, uno de los compañeros íntimos del prestigioso mahdí Ibn Tumart, padre ideológico y religioso de la dinastía norteafricana de origen beréber de los almohades

Yahya, nombrado a la sazón desde el año 1207 gobernador de Ifriqiya por el emir almohade Muhammad, aprovechó a la perfección la coyuntura política que le ofrecía el debilitamiento progresivo que atenazaba al Imperio almohade para ir, progresivamente, desligándose de la obediencia a Marrakech (capital de los almohades), aunque, con el fin de evitar la ruptura con la doctrina almohade, en un principio defendió públicamente su pureza para no levantar sospechas mientras hubiera alguna posibilidad de reacción almohade.

Esta situación se mantuvo hasta 1237, cuando durante la oración del viernes en la mezquita principal de Túnez Yahya I se nombró con el título de emir y omitió al emir almohade, comportamiento con el que ratificaba oficialmente algo que ya venía sucediendo de facto desde el año 1229: la desaparición del poder almohade en Ifriqiya y el advenimiento de una nueva dinastía totalmente tunecina, la de los hafsíes, llamada así en honor de su abuelo Abú Hafsí

En plena desintegración del fabuloso imperio territorial de los almohades, Yahya I ocupó, en el año 1230, las ciudades de Constantina y Bujía, para, al año siguiente, someter la ciudad de Argel y el valle del Sélif. De acuerdo con su política de anexiones territoriales y expansión, en el año 1242 extendió su poder a la ciudad de Tlemcén y sus alrededores, cuyo emir Yarhmurasan Ibn Zayyan también se había desembarazado de la tutela almohade para fundar la dinastía independiente de los abd al-wadíes, en el año 1235.

Con el objeto de recuperar su capital, los soberanos abd al-wadíes no tuvieron ningún inconveniente en pactar con el hafsí un reparto territorial y de influencias al mismo tiempo que reconocían su autoridad y la de la propia dinastía en la antigua región de Ifriqiya. A la par, Yahya I fue atrayéndose hacia su órbita una serie de pequeños estados vasallos, con los que acabó constituyendo un reino beréber a tener en cuenta en el Magreb central.

A su muerte, acaecida en el año 1249, su hijo Muhammad I heredó un reino que se extendía por occidente hasta las ciudades marroquíes de Tánger y Ceuta y hasta las mismísimas estribaciones del desierto del Sáhara por el sur, con una soberanía aceptada por los nazaríes de Granada e incluso por los benimerines marroquíes, otra dinastía beréber norteafricana, como la hafsí y la abd al-wadí, surgida tras el descalabro almohade

Yahya I favoreció como pocos monarcas norteafricanos los intercambios comerciales con diferentes estados de la cristiandad europea y con las ciudades marítimas y comerciales más importantes del Mediterráneo, para dejar en un segundo plano el aspecto religioso o político a la hora de comerciar. En este sentido, se firmaron tratados y acuerdos comerciales con Provenza, el Languedoc, las repúblicas italianas de Génova, Amalfi y Pisa, con Sicilia, con la Corona de Aragón y un largo etcétera.

La mayor parte de estos países mantenían colonias de mercaderes en los puertos tunecinos más dinámicos. Entre todos ellos destacaba el de Túnez, ciudad que como nueva capital del reino en detrimento de Kairuán experimentó un crecimiento espectacular; no en vano, el puerto de Túnez acogía a los cónsules europeos encargados de proteger los intereses de sus naciones.

Otra muestra del gran sentido político, comercial y cultural que poseía Yahya I fue el aliento y protección que ofreció a numerosos emigrantes musulmanes procedentes de al-Andalus que iban llegando a la región en números elevados, muchos de ellos pertenecientes a la clase media (artesanos, agricultores, joyeros, intelectuales, etc). Expulsados por el ímpetu que venían imprimiendo los monarcas peninsulares a la Reconquista, el estado hafsí los acogía con los brazos abiertos para aprovechar su excelente preparación técnica, sobre todo en cuanto a la agricultura y a la tradición artístico-cultural.

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(Hacia 990 -Sevilla, 1035) Califa de Córdoba y rey de la taifa de Málaga. Ocupó el trono cordobés y tras perderlo se erigió independiente en el territorio de Málaga, donde también se proclamó califa, dando lugar al partido hammudí, africano o beréber, que en los años posteriores se enfrentó a la coalición andalusí encabezada por Sevilla

Hijo de Alí ibn Hammud y de Labbuna, que era hija de Muhammad al-Arizal, era de origen beréber y con ascendencia árabe. Tuvo un hermano, Idris, y una hermana cuyo nombre se desconoce y que casó con Muhammad, hijo de al-Qasim. En 1016 Alí ibn Hammud devino califa de Córdoba y señor de Málaga y entregó a su hijo Yahya el gobierno de Ceuta, que él mismo había detentado.

Antes de 1018, Yahya fue designado heredero del califato, pero a la muerte de Alí en 1018, su tío al-Qasim, hermano de Alí, se apresuró a viajar de Sevilla a Córdoba para ser proclamado califa, vulnerando así la herencia de Yahya. No obstante le nombró su heredero y le entregó a su hija Fátima como esposa; de ella tuvo dos hijos: Hassan e Idris

En principio Yahya no se enfrentó a su tío y prefirió asegurarse el gobierno de Málaga y de las plazas africanas, trasladándose de Ceuta a la capital andaluza y nombrando su lugarteniente en Marruecos a su hermano y hombre de confianza Idris, esperando ambos la ocasión propicia para derrocar a al-Qasim. Si en un principio la conspiración de Yahya contra su tío mantuvo un carácter secreto, poco a poco se fueron conociendo sus intenciones y fue ganando adeptos entre los beréberes de la corte cordobesa.

Entre junio y julio de 1021, creyéndose suficientemente fuerte, se sublevó en Málaga contra al-Qasim y tomó el camino de Córdoba. Al-Qasim, que se sintió desamparado por sus súbditos, abandonó la capital califal y se estableció en Sevilla, dejando libre la entrada a Córdoba a Yahya; éste fue proclamado califa el 13 de agosto de 1021 por los dos partidos, andalusíes y beréberes, adoptando el título de al-Mutali bi-llah y las kunyas de Abu Zakariyya y Abu Muhammad. Mientras tanto al-Qasim había sido jurado como califa en Sevilla, lo que dio lugar a la existencia de dos califas simultáneos en ambas capitales andaluzas

Yahya designó como secretario de su cancillería a Abu-l-Abbas Ahmad ibn Burd y nombró visires a Muhammad ibn al-Faradi y a Abu Bakr ibn Dakwan. Convirtió su corte en una constante reunión de literatos y hombres de ciencia y fue dadivoso con todos aquellos que se acercaron a él, especialmente con los poetas que le dedicaron grandes alabanzas. Esta actitud hizo que los mismos beréberes que lo habían entronizado lo derrocaran violentamente el 7 de febrero de 1023 y nombraran de nuevo califa a al-Qasim, que viajó desde Sevilla para recibir el juramento de los cordobeses

Yahya se estableció en Málaga y su feudo ocupaba casi toda la parte meridional de la Península, desde Málaga hasta Jerez, con unas rentas abundantes y saneadas. En diciembre de 1023 fue derrocado al-Qasim y el califato pasó al omeya Abd al-Rahman al-Mustazhir. Yahya persiguió a su tío al-Qasim y lo capturó en Jerez, donde éste se había refugiado. Lo trasladó a Málaga y lo mantuvo preso en el alcázar, hasta que, muerto Yahya, fue mandado asesinar por su sucesor, Idris.

En 1024 al-Mustazhir fue asesinado y sustituido por Muhammad III, que persiguió a los adeptos del anterior califa, muchos de los cuales pidieron cobijo en Málaga a Yahya. Entre los refugiados se encontraban Ibn Hazm y el poeta Abu Amir ibn Suhayd, que esperaban del hammudí que atacase la capital cordobesa y expulsase a Muhammad. Pero Yahya no marchó hacia Córdoba hasta noviembre de 1025, fecha en que supo que Muhammad había abandonado la ciudad y nadie la gobernaba; entró en Córdoba el 9 de noviembre sin encontrar resistencia y designó gobernador de la ciudad a su visir y secretario Abu Chafar ibn Musa, a quien dejó protegido por un escasa guarnición de beréberes. Regresó a Málaga a principios de marzo de 1026.

Desde entonces Málaga pasó a ser la capital del menguado califato y Córdoba una provincia del imperio hammudí. Esta situación se prolongó hasta 1027, en que los cordobeses entregaron el califato a Hisham III, aunque después de esta fecha los monarcas de Málaga siguieron considerándose califas y ostentaron el título de Emir de los Creyentes, sin lograr que su autoridad fuese reconocida en todo Al-Andalus y opuestos al partido andalusí, encabezado por los Banu Abbad de Sevilla. Aquel fue el momento del nacimiento de la taifa de Málaga

Para hacer efectivo el reconocimiento nominal que le profesaba el partido beréber, Yahya atacó a su principal enemigo, Abul Qasim Muhammad de Sevilla, tomando la plaza de Carmona y expulsando de allí a su régulo. Estableció una base en Carmona desde la que amenazaba tanto la taifa sevillana como la cordobesa y eso causó la reacción del rey de Sevilla, que se erigió como aglutinante del partido andalusí en oposición al africano y proclamó el regreso de un falso Hisham II (1035), al cual se adhirieron las taifas contrarias a los hammudíes.

A finales de año, encontrándose Yahya en Carmona y tras una tremenda noche de orgía, su campamento fue atacado por Ismail, hijo del régulo sevillano, que acabó capturando y dando muerte a Yahya. Tras su muerte la causa hammudí siguió, representada por su hermano Idris, que obtuvo el reconocimiento de las taifas de Granada y Almería, sin respetar el testamento político de Yahya, que había designado como heredero a su hijo Hassan, muy joven a la muerte de su padre

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