Médico y escritor puertorriqueño. Zeno Gandía estudió medicina y cirugía en Madrid, donde se graduó en 1874. En 1875 aprobó los exámenes de médico. Se trasladó a Francia para su internado.
Regresó a Puerto Rico en 1876, dedicándose a ejercer como médico, así como al periodismo, la política y las letras. Fundó el primer Partido Autonomista y fue delegado a la Asamblea Constituyente del Partido Autonomista celebrada en Ponce en 1887.
Desde 1898 Manuel Zeno Gandía se identifica más como hombre público. Después de la Guerra Hispanoamericana, en 1898, integró un grupo compuesto por Eugenio María de Hostos, Henna y otros, cuyo propósito consistía en solicitar al presidente estadounidense McKinley el derecho de Puerto Rico a determinar su destino político. Fue el primero en proponer la fundación de un partido independentista en Puerto Rico. Bajo el régimen estadounidense fue delegado de la Cámara en 1900 y 1907
La poesía de Manuel Zeno Gandía figura en el Parnaso Puertorriqueño (1920) de Enrique Torres Rivera, en el Nuevo Cancionero de Borinquén, en 1872, en la Antología de Poetas Puertorriqueños (1879), y la Antología de la poesía cósmica puertorriqueña (2002) de Manuel de la Puebla, entre otras. En su fase periodística, ejerció como redactor de La Opinión, periódico fundado por él en 1900. Fundó en Ponce El Estudio en 1896 junto con de Amy Braschi. Compró y dirigió de 1902 a 1914 La Correspondencia. Durante su incursión en este último periódico importó a Puerto Rico el primer monotipo y la primera rotativa tubular, aparte de otras reformas de diversa índole
Sobre todo resulta más conocida su labor novelística recogida bajo el nombre de la serie que tituló como Crónicas de un mundo enfermo. Dentro de esta serie, La charca (1894) es su obra de mayor relevancia social y literaria, y constituye una espléndida radiografía de la miseria que rodea a los jornaleros, pero también una firma denuncia de los peores vicios sociales (como la usura) y un aldabonazo en las conciencias de los ilustrados, incapaces de llevar a la práctica los cambios sociales que, en teoría, defienden
Garduña (1896) aborda una situación social muy parecida, aquí plasmada en la falta de escrúpulos del abogado homónimo, quien sale airoso en sus innobles intrigas merced a la miseria moral y al egoísmo de una comunidad en plena descomposición, reflejada por Zeno Gandía como un campo abonado para los turbios intereses de abogados, comerciantes, prestamistas y demás intermediarios que impiden, con sus artimañas, la justa distribución de la riqueza y el desarrollo de todos los grupos sociales. Y el mismo encono contra los responsables del inmovilismo en las sociedades hispanoamericanas de finales del XIX y comienzos del XX da sentido a El negocio (1922)
Sumamente representativa de las ideas políticas del doctor Zeno Gandía es la última novela que concluyó en vida, Redentores (1960), uno de los primeros textos de las Letras puertorriqueñas que aborda el fenómeno de la emigración a los Estados Unidos de América. Sin embargo, la tensión generada en sus páginas no procede del enfrentamiento entre puertorriqueños y norteamericanos, sino más bien de las posturas encontradas que defienden los personajes estadounidenses, divididos entre los defensores a ultranza del espíritu imperialista y los partidarios de los derechos soberanos de Puerto Rico. Áureo del Sol, uno de los protagonistas de esta obra, encarna la mentalidad acomodaticia -objeto de la crítica de Zeno Gandía- de aquellos puertorriqueños que, en función de sus propios intereses, apoyaron las acciones de los estadounidense imperialistas.
Zeno Gandía, al igual que Balzac y Pérez Galdós, representa un universo narrativo en el cual sus personajes aparecen en varias narraciones o tienen características comunes con diferentes nombres. La sociedad con sus tipos representativos es el eje de sus novelas. Una colectividad degradada por sus pasiones y empeorada por el colonialismo, primero bajo España y luego bajo Estados Unidos de Norteamérica
(Venecia, 1668- id., 1750) Escritor italiano. Fue uno de los fundadores, en Venecia, de la Academia de los Animosi y del Giornale de´letterati d´Italia, desde donde defendió la restauración del clasicismo. Reformó el melodrama y lo convirtió en una tragedia musicable (Los engaños felices, 1695; Lucio Vero, 1700; Merope, 1711; Alejandro Severo, 1716). Carlos VI le nombró historiógrafo, por lo que se trasladó a Viena (1718), donde escribió quince melodramas (Sirita, 1719; Semíramis en Ascalona, 1725), dos tragicomedias y varios oratorios