Narrador, dramaturgo, periodista y guionista cinematográfico italiano. Su dedicación a las Letras tuvo un primer desarrollo a través del género periodístico, en el que consiguió un cierto prestigio literario con sus artículos publicados en diversos rotativos y revistas: la Gazzetta di Parma (1935-36), Cinema Illustrazione, Secolo Illustrato y Le Grande Firme (1937-38).
A través de estos trabajos periodísticos, Cesare Zavattini se dio a conocer como un agudo e irónico observador del mundo que le rodeaba y, al mismo tiempo, un autor dotado de una extraordinaria fantasía y un humor cercano al mejor surrealismo que por entonces se cultivaba en las literaturas de toda Europa.
Todo ello quedó plasmado en diferentes volúmenes que fueron recogiendo sus numerosos escritos sueltos, la mayor parte de ellos dispersos hasta entonces en los citados medios de comunicación. Se trata de títulos tan lúcidos y fecundos como Parliamo tanto di me (Hablamos mucho de mí, 1931), I poveri sono matti (Los pobres están locos, 1937), Io sono il diavolo (Yo soy el diablo, 1941) y Totò il buono (Totò el bueno, 1943)
Al tiempo que brillaba por estos escritos periodísticos y literarios, el escritor de Luzzara se dio a conocer, hacia mediados de los años treinta, por su capacidad para generar argumentos cinematográficos y su habilidad para convertirlos en guiones. Así, una vez acabada la II Guerra Mundial se convirtió en uno de los mejores exponentes de la nueva corriente estética del neorrealismo, a la que contribuyó con su exitoso trabajo como guionista al lado del realizador Vittorio De Sica.
Dentro de un nuevo humanismo que, desde tintes claramente populistas, estaba llamado a exaltar la humildad -e incluso la pobreza- vista a la luz de un enfoque cristiano, Cesare Zavattini desarrolló una fecunda trayectoria cinematográfica en la que resulta obligado recordar su responsabilidad como guionista en algunos de los filmes más representativos de dicha estética neorrealista, como Ladri di biciclette (El ladrón de bicicletas, 1948), Miracolo a Milano (Milagro en Milán, 1950), Umberto D (1951), L´oro di Napoli (El oro de Nápoles, 1954), Il tetto (1956), La ciociara (1960) e Il giudizio finale (El juicio final, 1961). Posteriormente, Zavattini triunfó también como guionista (bien es verdad que ya dentro del género de la comedia) con otra obra maestra del susodicho Vittorio de Sica, Matrimonio all´italiana (Matrimonio a la italiana, 1964)
En medio de esta asidua dedicación a la escritura destinada a la gran pantalla, Cesare Zavattini no abandonó el cultivo de la literatura propiamente dicha, si bien es verdad que en esta su segunda etapa como escritor varió radicalmente el rumbo humorístico de sus primeros escritos juveniles hacia la sátira costumbrista y análisis de la sociedad italiana de posguerra.
Como precursor de esta nueva tendencia en su escritura, ya en 1943 había aparecido su famoso panfleto titulado Ipocrita (Hipócrita, 1943), obra a la que siguieron nuevos trabajos literarios caracterizados por su búsqueda de la polémica social, como la comedia Como nasce un soggeto cinematografico (Cómo nace un argumento cinematográfico, 1959) y el volumen de escritos autobiográficos titulado Straparole (1967), obra plagada de numerosos hallazgos lingüísticos que volvieron a recuperar su placer por la escritura de tintes humorísticos. En esta misma línea cáustica y burlesca, volvió a la literatura con Al macero (Al afligido, 1976) y al guión cinematográfico con La veritàaaa (La verdaaaad, 1982)
(Siglos X-XI) Primer rey de la taifa de Granada, nacido en el último cuarto del siglo X y fallecido en el siglo XI. En 1008, después de haberse querellado contra su sobrino Badis, soberano de Ifriqiya, Zawi, capitaneando la tribu beréber de los Banu Ziri ibn Manad, llegó a la península Ibérica para formar parte de las tropas de al-Muzaffar, hijo y sucesor de Almanzor.
A comienzos de la guerra civil (fitna) que dio lugar a la descomposición del califato de Córdoba (1009) los Ziríes fueron presionados por los cordobeses en los intermitentes reinados del califa Muhammad II al-Mahdí. Los beréberes, con Zawi ibn Ziri a la cabeza, se pusieron de parte del califa Sulaymán al-Musta´in, lo que les permitió establecerse en distintas zonas del sur de al-Andalus.
Los Ziríes ocuparon Elvira-Granada, Jaén e Iznájar, trasladándose allí desde Córdoba en 1013 y siguieron participando en las luchas generales, apoyando cualquier alternativa que favoreciera a los beréberes. Zawi quedó al frente del territorio de Elvira, mientras que su sobrino Habbus ibn Maksan dominó el resto de los territorios Ziríes. Durante los años siguientes Zawi quiso evitar la hostilidad de los habitantes de Elvira y sus hombres fueron abandonando su territorio y comenzaron a edificar en Granada
En 1018 el reino Zirí fue atacado por las tropas coligadas de Jayran de Almería y Mundir ibn Yahya de Zaragoza. Estos reyezuelos trataron de restaurar un Marwani en el trono califal, en la persona de Abd al-Rahmán IV al-Murtadá, que había sido proclamado en Játiva en abril de 1018. Tras la muerte del califa Alí ibn Hammud (1018) los aliados trataron de someter Córdoba, pero antes quisieron terminar con sus aliados Ziríes de Granada. Sin embargo fueron derrotados por Zawi frente a las murallas de Granada y al-Murtadá fue asesinado durante la huida, dando al traste con los planes de restauración. En 1019 Zawi regresó a Ifriqiya y quedaron sus territorios bajo el mando de Habbus ibn Maksan