Historiador y americanista mexicano. Tras finalizar la carrera de Derecho en su país, se trasladó a Madrid para hacer el doctorado, y luego estuvo durante tres años trabajando en Centro de Estudios Históricos de esta ciudad, hasta 1936, cuando el estallido de la Guerra Civil le obligó a regresar a su país.
Allí trabajó en el Museo Nacional de Historia de Chapultepec, al frente del cual se puso años más tarde y fundó la revista Historia de América, cuya dirección asumió hasta 1965. Durante esta época formó parte de la Junta de Gobierno
Miembro del Colegio de México desde 1940, su magisterio se llevó a cabo en la Universidad Autónoma de México y en otras universidades de Latinoamérica -Puerto Rico, (1945), La Habana (1946) y México City College-, y de los Estados Unidos -Harvard (1953), Washington y Ghent (1956)-. Desde esta época ocupó cargos relevantes en organizaciones internacionales como la UNESCO y la ONU, en la que estuvo a cargo de la sección de cultura y educación. Entre 1966 y 1975 fue embajador de su país en Francia
En 1992 viajó a España, con motivo de haberse presentado su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, que respaldaban los departamentos de Historia de las Universidades de Sevilla y Navarra, y que no le fue concedido, pero aprovechó su estancia en la capital española para tomar parte, como representante del Colegio de México, en el Congreso Internacional de Universidades, en el que estuvieron presentes numerosas instituciones académicas de Europa y Latinoamérica.
Al año siguiente se propuso nuevamente su candidatura al Príncipe de Asturias, que le fue concedido el 14 de abril de ese año. Ese mismo año se le concedió la la Medalla "Belisario Domínguez", máxima galardón que concede México a un hijo ilustre del país, y en 1996 fue investido doctor Honoris causa por la Universidad Autónoma de México (UNAM)
Su dedicación a la docencia no le impidió también incursionar en la literatura, a la que dio obras notables como Iberoamérica: una comunidad, que prologó Arturo Uslar Pietri en 1990, y por la que fue candidato al Premio Cervantes. Otras obras suyas publicadas son Por la senda hispana de la libertad (1991), La conquista de Canarias y América (1991), Entradas, congregas y encomiendas en el nuevo Reino de León (1992) y Suplemento documental y bibliográfico a la encomienda indiana (1994), que constituyen valiosos estudios de la historia americana durante la etapa colonial
Es también miembro de numerosas instituciones, como la Academia Nacional de Historia y Geografía, la Academia Mexicana de Historia, la Academia Mexicana de la Lengua y correspondiente de numerosas Academias de la Historia; asimismo, pertenece a la Asociación Inglesa de Historia desde 1956 y el año siguiente ingresó en la Real Sociedad de Historia de Londres. Además de los antes citados, entre los galardones recibidos durante su trayectoria profesional se cuentan el Premio Nacional de México de Literatura (1969), el Premio de Historia de la Academia del Mundo Latino de París (1974), el Premio Arch. C. Gerlach del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (1986). En 1988 se creó en México el premio de Historia Colonial de América que lleva su nombre, concedido con carácter anual por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia.
(Caraz, Ancash, 1928) Escritor peruano. Autor de una espléndida producción narrativa que sobresale por su lenguaje terso y pulido, su destreza en el desarrollo de la anécdota, su excelente construcción de los personajes y su perfecto acabado formal, es uno de los principales integrantes de la denominada "Generación del 50", en la que se agrupan otros escritores peruanos de la talla de Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains Martín, Luis Loayza y -entre otros- Eleodoro Vargas Vicuña; precursores todos ellos del gran "Boom" de la narrativa peruana encabezada, en la década siguiente, por Mario Vargas Llosa.
Los rasgos comunes que caracterizan a los miembros de esta "Generación del 50" son la búsqueda constante de la renovación de la narrativa peruana a través de nuevas técnicas literarias y el esfuerzo por dejar constancia de los nuevos cambios y transformaciones experimentados en la sociedad tras el proceso de modernización
Carlos Eduardo Zavaleta pasó su infancia y adolescencia en el medio rural en el que había venido al mundo, del que luego tomaría abundantes materiales literarios para construir una buena parte de su obra de ficción. En su juventud, el futuro escritor se trasladó a Lima para cursar estudios superiores de Letras en la Universidad de San Marcos, donde se doctoró con una tesis centrada en la producción narrativa del norteamericano William Faulkner (1897-1962).
En su faceta de estudioso del hecho literario y animador cultural, Zavaleta fue el principal difusor en el Perú de las novelas de dicho autor, a las que pronto sumó su pasión por la obra del irlandés James Joyce (1882-1941). A ambos autores y a sus respectivas narraciones dedicó Zavaleta algunos de sus más lúcidos y penetrantes ensayos críticos, gran parte de los cuales quedaron recogidos en su libro titulado Estudios y ensayos sobre Joyce y Faulkner (1993)
Durante toda su vida laboral, Carlos Eduardo Zavaleta ha compaginado su dedicación a la docencia universitaria con el desempeño de misiones diplomáticas y la redacción de una interesante producción narrativa que le sitúa entre las grandes figuras de las Letras peruanas de la segunda mitad del siglo XX.
Se dio a conocer como escritor a finales de los años cuarenta con un volumen de relatos titulado El cínico (Lima, 1948), al que luego siguieron otras recopilaciones de cuentos que le revelaron como un consumado maestro en el cultivo del complejo género de narrativa breve. Entre estas colecciones de relatos, cabe destacar -además de la ya mencionada- las tituladas La batalla y otros cuentos (1954), El Cristo Villenas (1956), Unas manos violentas (1958), Vestido de luto (1961) -obra galardonada con el Premio de Fomento a la Cultura " Ricardo Palma"-, Muchas caras del amor (1966), Niebla cerrada (1970) y Un día en muchas partes del mundo (1979)
En su faceta de novelista, el escritor de Caraz debutó a mediados de los años cincuenta con la narración extensa titulada Los Ingar (1955), obra que mereció los elogios de la crítica y los lectores y le hizo merecedor, nuevamente, del Premio de Fomento a la Cultura "Ricardo Palma" (esta vez, en su modalidad de novela). Tras largos años de dedicación a la docencia, la diplomacia y el cultivo de la narrativa breve, Carlos Eduardo Zavaleta volvió al género novelesco con Los aprendices (1974), a la que luego se sumaron otras narraciones extensas como Retratos turbios (1982) y Un joven, una sombra (1992), esta última galardonada con el Premio de Novela de la Municipalidad de Lima
En líneas generales, tanto los relatos breves como las narraciones extensas del escritor de Caraz reflejan con singular acierto los problemas, las inquietudes, las formas de vida y las costumbres de los pueblos andinos, por lo que su obra de ficción puede encuadrarse dentro de la literatura regionalista. Dentro de esta corriente estética e ideológica, Zavaleta se singulariza por su facilidad para desenvolverse con imaginación y verosimilitud tanto en el ámbito rural como en los escenarios urbanos